Barril sin fondo

¿Cómo es posible que ciudades más pequeñas que Asunción, que no ostentan el título de Capital en la región, se mantengan tan ordenadas, limpias y hermosas?

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Solo entre los años 2010 y 2014 la Municipalidad de Asunción ha percibido más de US$ 25 millones del sector desarrollador de la ciudad en concepto de impuesto a la construcción.

El nuevo eje corporativo y residencial de la Madre de Ciudades representó una inversión de US$ 1.200 millones del sector privado en los últimos cinco años. Gran parte de este monto fue para el pago de tributos. La cifra no es para nada despreciable.

Sin embargo, la zona de Aviadores del Chaco y Santa Teresa, junto con otras de gran exclusividad, se parecen a un albañal. Están llenas de cráteres y zanjas, charcos y desperdicios.

La infraestructura urbana en nada se diferencia de la de los suburbios del área metropolitana.

Ahora, en la Comuna capitalina se analiza la creación de nuevos impuestos para las construcciones dentro de un proyecto denominado “Fondo para atender la contaminación por residuos sólidos en zonas de riesgo”.

Pomposo nombre, como fantasioso y suspicaz proyecto, emulado de aquellos famosos de “Basura Cero” y “Bache Cero”.

El dinero de las grandes edificaciones no se destinará para mejorar la infraestructura urbana –alcantarillados, desagües, veredas y paseos o hermoseamiento en general de zonas puntuales– sino irá para la supuesta recolección de basura en las zonas ribereñas.

La idea se presta a una gran comilona. A la contratación masiva de operadores políticos y compra de votos en pleno año electoral. Es para hacer vito con el dinero del contribuyente.

Total, la limpieza tardará el tiempo en que vuelva a llover y el raudal arrastre de nuevo todos los desperdicios hacia las zonas bajas.

Asunción ya no es una aldea, pero sus calles sí parecen pueblerinas, sin desmerecer los pintorescos parajes paraguayos que se mantienen mucho más pulcros y hermoseados.

Pretender utilizar una gran cantidad de recursos para algo tan efímero como una minga ambiental en la zona ribereña –que bien podría tener un costo muy bajo organizando a la población y educándola– es abrir una canilla al derroche.

En muchos casos el sentido común es algo que está ausente en las acciones de nuestras autoridades. ¿Ingenuidad o picardía?

Por lo menos en las zonas de acceso a la ciudad, la Municipalidad debería esmerarse para mantener los jardines, empastados, aceras y cordones en buen estado. La cuestión no pasa por una lavada a la cal, sino por medidas más estructurales y duraderas.

Con el dinero del contribuyente no se puede barrer el río. La ciudad necesita obras urbanísticas y de infraestructura. No se puede seguir arrojando el dinero público a un barril sin fondo.

pgomez@abc.com.py

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