Cambiar de vida

De acuerdo con los excelentes reportajes de Marcia Ferreira publicados en ABC Color, en la Penitenciaría Nacional se da un hecho inédito: los reclusos aprenden oficios que les ayudarán a vivir honradamente. Montan sus propios talleres y se les facilitan los canales de distribución para la venta, la que en muchos casos llega a cifras millonarias.

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Tradicionalmente, las cárceles no pasan de ser depósitos de criminales que solo aprenden cómo ejercer otros delitos o perfeccionar aquellos que les llevaron al encierro.

Es común leer en las crónicas policiales las reiteradas entradas de muchos delincuentes. Algunas semanas de libertad les son suficientes para volver a las andadas. Según investigaciones, las reincidencias suelen obedecer al hecho cierto de que fuera de la cárcel no tienen cómo ni dónde vivir.

Sin oficio, sin estudios, no pueden defenderse. Además, si la prensa ha difundido su imagen, la cosa empeora porque nadie les dará trabajo aunque se hubieran hecho el propósito de enmendarse.

Las cárceles tienen –en teoría, al menos– la función de castigar y de corregir al delincuente. Castigar porque se alzó contra la sociedad y corregir para que no vuelva a hacerlo. En el caso de muchas personas, el castigo en sí mismo es insuficiente si no va acompañado de un programa serio de reeducación.

En las cárceles solo se trabajaban las guampas. Ahora leemos, debajo de las fotos de los internos, que “…trabaja en la elaboración de la moldura de un espejo, una de las distintas manualidades que realizan”; “Juan Matías Habein muestra cómo armar un barco velero dentro de una botella, oficio que aprendió en prisión y hoy le ayuda a cubrir sus gastos; “Con esmero, este joven trabaja en los detalles de un cuadro de madera. Les falta un lugar donde exponer”; “Veladores, alhajeros, cuadros, espejos y botellas decoradas son hechas en Remar” (Uno de los pabellones).

Las áreas de trabajo están divididas en artesanal e industrial en el sector “Libertad” con 530 internos que hacen termos, guampas, agendas, globos locos, billeteras, carteras, muebles. Hay como 100 reclusos que mantienen a su familia con esos trabajos.

El pastor Ignacio Chamorro, capellán evangélico encargado del sector “Libertad”, le contó a la periodista los trabajos espirituales y materiales que viene realizando. Le alienta el afán de recuperar para la sociedad a esos ciudadanos que hoy se encuentran privados de su libertad y a la que desean regresar para no perderla nunca más. Se hacen la promesa de ser útiles a sí mismos, a la familia, al país.

El pastor Chamorro dijo: “Nuestro principal objetivo es que ellos cambien de vida”.

En este sentido, es urgente que los políticos acusados, o de quienes se sospechan muchos y graves delitos, vayan a la cárcel. Es posible que mediante el trabajo y la ayuda espiritual puedan todavía prestar algún servicio a la patria.

Los narcotraficantes y quienes los apadrinan, los que estafaron al Estado y demás corruptos, no deben estar ni un segundo más beneficiándose de una libertad que de ningún modo se merecen. Tal vez algunos de ellos sean todavía recuperables y les haga bien el trabajo honesto tal como se practica en Tacumbú. No porque hoy sean peligrosos criminales tenemos que perder la esperanza de que esos políticos salven su alma y le salven al país.

Una buena temporada en la cárcel, con el programa de recuperación que se lleva adelante con mucho éxito, es posible que tengamos mejores senadores, diputados, gobernadores, intendentes. El trabajo y la ayuda espiritual les harán mucho bien.

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