Carmen y Derlis

Tan solo dos semanas atrás Paraguay cerraba su participación en las Olimpiadas Río 2016 con una anécdota protagonizada por el compatriota Derlis Ayala, atleta corredor de maratón –disciplina madre de las olimpiadas– quien con su espíritu solidario aminoró su marcha a pocos metros de la meta y quedó a alentar al competidor de Argentina a que culminara la prueba de 42 k y 195 m. El gesto solidario quedó para la posteridad en las fotografías y videos de las agencias noticiosas internacionales. Una semana antes de ese cierre, Carmen Martínez hacía lo propio con su participación en la misma modalidad en femenino.

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Y aunque tendemos a ser siempre “resultadistas” habría que conocer un poco más de la historia de Carmen y Derlis para entender lo significativo que es que ambos hayan llegado a una olimpiada y, anoten esto, por méritos propios, sin invitación a dedo, sin depender de gozar o no de la simpatía de quienes tienen que sugerir a los organizadores a quienes pueden invitar a participar en las diferentes modalidades en las que Paraguay envía representantes.

Son personas como todos nosotros que un buen día decidieron participar de las corridas callejeras urbanas. Carmen era una peluquera que se inició en las carreras de la mano de su pareja, para acompañarlo en cuanta corrida había casi todos los fines de semana. Derlis, un adolescente que nunca llegó a conocer a su madre y cuyo lugar favorito era la casa del abuelo, corrió por primera vez con la ilusión de ganar y así obtener dinero para comprarse el pasaje e ir a visitarlo.

Desde entonces, ambos se propusieron una meta personal, ir mejorando y con cada progreso iban pensando en el objetivo hasta que lo lograron: llegar a las olimpiadas con las marcas requeridas para estar entre los grandes. Quienes conocen de este deporte saben que correr es en primer y último término siempre una carrera contra uno mismo.

Solo quien un día decidió calzarse las medias y ajustar bien los cordones de sus championes sabe que dar una vuelta a la manzana, una vuelta a Ñu Guasu o tomar las calles corriendo en medio de la marea humana de luchadores contra el sedentarismo, entenderá que llegar y completar es el mejor podio personal para quien se desafía todos los días.

Lo que nos diferencia de Carmen y Derlis es que aumentaron el nivel de entendimiento de esa premisa y en cada zancada llevaban un sueño. El compromiso y la constancia de ambos no pasó desapercibido por parte de entendidos en la materia como los directivos del Paraguay Marathón Club, primero, y los auspiciantes después. Así es que con su apoyo y acompañamiento llegaron al objetivo: representarnos en las Olimpiadas.

De hecho, el próximo objetivo de dicho club es llevar a cuatro corredores a Tokio 2020 y ya han puesto el ojo en alguno que otro corredor urbano. Sin la fe que ellos pusieron en Carmen y Derlis, jamás hubiésemos visto ondear la bandera paraguaya en la meta de Río.

Eso es algo grande, sin embargo, parafraseando al colombiano Alberto Salcedo Ramos, “por frívolos o por apasionados o por pusilánimes, nuestros países les exigen más a sus atletas que a sus políticos”.

mescurra@abc.com.py

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