Como son las leyes

Quisiera que un conocedor de la filosofía del Derecho me explicara algunos aspectos de nuestro sistema judicial. No, no quiero saber cuáles son las leyes ni cómo son las leyes. Lo que me interesa conocer es por qué son así las leyes para poder salir de este atribulado desconcierto. Leyendo las noticias desde la distancia, sin estar contaminado por los comentarios del día a día ni por los habituales rumores ni el cotilleo político, lo que se percibe es un proceder irracional que difícilmente podrá conducir al país a organizarse de manera más o menos aceptable.

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No voy a seguir un orden cronológico de los acontecimientos sino los iré mencionando de acuerdo me vienen los recuerdos; para el caso, da igual. Leo, por ejemplo, que el intendente de un pueblo se encuentra sumido en una polémica con un exdiputado en la que se entrecruzan amenazas de muerte como si se trata de invitarse a un plato de arroz con leche. El uno pide socorro diciendo que quiere vivir, que por favor no lo maten. El otro asegura tener la gente necesaria, en cantidad y en “calidad” que solo espera que él mueva un dedo para acabar con la vida de quien indique ese dedo.

Estoy viendo una serie de televisión americana, “Boardwalk Empire” (“El imperio del paseo marítimo” en traducción muy libre) que trascurre en Atlantic City, durante los años de la Ley Seca, década del 20 y la lucha de los grupos de hampones por controlar el comercio ilegal de las bebidas alcohólicas. Hay nombres conocidos como Al Capone, Lucky Luciano, por un lado, y el de Édgar G. Hoover por el otro. Pues bien, ya voy por la séptima temporada y hasta el momento no he escuchado que los hampones mantengan entre sí algún diálogo ni siquiera parecido al que mantienen el intendente y el exlegislador. Hasta el momento, la justicia (así, con minúscula) no se ha dado por enterada. Da la impresión que todo esto es llamativamente usual. Pero por más cotidiano que sea no deja de resultar escandaloso.

Casi al mismo tiempo, un fiscal pidió una “donación” de 10.000 dólares (que al parecer era nada más que una primera cuota) para archivar una demanda a una persona equis. Como si fuera poco, también le debía traspasar algunos coches de alta gama y una propiedad en un pueblo del interior del país. Sorprendido con las manos no en la masa sino en los dólares, fue detenido y hoy disfruta de un cómodo arresto domiciliario.

Una historia diferente: un juez de Protección de la Niñez, que debía decidir en el caso de tenencia de un menor, decidió acosar a la madre del niño para darle una solución satisfactoria y rápida al asunto. No solo le envió mensajes con propuestas obscenas, sino incluso fotografías. ¡Y qué fotografías! Según la que se publicó poca esperanza guarda lo que sobra. En realidad, es evidente que solo ofreciendo sentencias a cambio podrá satisfacer sus deseos, “los más sublimes, y los más perversos” al decir de Les Luthiers. Porque “lo que natura non dat, internet non presta”.

La historia, en los dos casos que tienen que ver con miembros del Poder Judicial terminaron sorpresivamente, de la manera que, a mi parecer, es más que escandalosa. Ambos magistrados renunciaron a sus cargos para evitar, de este modo, la “vergüenza” de ser expulsados de los mismos, en el hipotético caso que les quede un resto de vergüenza. En el caso del juez de la Niñez, gracias a su dócil renuncia, si dentro de un año, o cuando sea, se produce una vacancia, puede presentarse a concurso y, como entre sus antecedentes figuran varios años de experiencia como juez, puede recuperar el cargo. Y aquí no ha pasado nada.

Es en este punto donde necesito la asesoría del filósofo del Derecho. ¿El haber pedido y cobrado una coima y el haber acosado sexualmente a una mujer que acudió a la Justicia reclamando un derecho que ella creía justo, ya de por sí no es una falta, y una falta grave pues fueron cometidas por personas encargadas de hacer cumplir la justicia?

En cuanto al exlegislador y el intendente, ¿no hay ninguna autoridad que les llame y les pregunte: señores, por qué tienen ustedes gente dispuesta a matar a quien su dedo índice indique?

En conclusión, creo que dejaré de ver esa serie de televisión. Al Capone y Lucky Luciano me resultan definitivamente unos pobres ingenuos. Esto me pasa por leer todos los días el diario.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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