Crecer en silencio

“Todos los ritos son bellos. Amo los ritos. Las bases de mi cultura son religiosas, y mi pueblo lo ignora por completo, no lo ve” (M. Yourcenar).

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Hay personas que temen a la Semana Santa porque es “desesperante de aburrida” o porque les recuerda que no tienen dinero para irse de vacaciones. Tratemos de ordenar el ánimo y planificar alguna actividad. Cumplir con las actividades de Semana Santa en la iglesia es algo que muchos cristianos no hacen por pereza, falta de compromiso o por una lista de reclamos que tienen hacia el clero, la curia, hacia otros cristianos. Sí, madurez e inmadurez, sana crítica o frustración salen a flote en las fechas claves. De todas maneras, para creyentes o no, estos días pueden transformarse en días de crecimiento interior. Quedarse en casa no es castigo, defendamos más nuestro hogar; al contrario, es una oportunidad para disfrutar encuentros familiares o actividades que por el trabajo no podemos hacer. Para los niños bien pequeños, compartir la cocina con las abuelas, que además son transmisoras del sentimiento religioso, es una felicidad que dejará un recuerdo de por vida.

Organizar esta semana feriada en nuestro interior es un bien necesario y una oportunidad de demostrar que todo lo que apoyamos teóricamente sobre el respeto, la tolerancia, la espiritualidad es aplicable en la vida real.

Quien no profese la religión católica pero compartirá los feriados puede disponerse a hacer actividades tranquilas, mirar fotos, leer biografías o ver buenas películas. Todo esto es medicina natural.

Cuánto vale el silencio es inapreciable. Los ruidos de la vida moderna no descansan ni nos dejan hacerlo.

Frente a tantas preocupaciones que sufrimos, algunos más que otros, en el mundo es necesario hacer una pausa, ejercitar la seguridad interior y descansar de esta guerra de odios que en gran parte otros provocan y nosotros automática e inconscientemente mal libramos.

Tiempo de Semana Santa es tiempo de silencio esencial para esperar algo mejor; de compenetrarnos con nosotros mismos, con esa raíz del vacío que muchas veces sentimos y que sienten tanta humanidad. Suicidios, asesinatos, perversiones, infelicidad, todas caras de la misma ausencia.

Finalizo con la reflexión de Marguerite Yourcenar, quien a pesar de no ser religiosa, interpretó el valor cristiano: “De niña, era muy sensible a las fiestas religiosas, a las representaciones de los ángeles, de los santos. Sentía muy bien, de una manera torpe e ingenua, que había allí un mundo, ¿cómo decir? radioactivo, en cierto modo, invisible y muy poderoso. Mi educación religiosa se había detenido muy pronto, pero me alegro de haberla tenido, porque es una vía de acceso hacia lo invisible, o si usted prefiere, hacia ‘lo interior’. La gente que no ha tenido una reeducación religiosa, o que ha tenido una educación estrictamente laica, o a veces demasiado estrictamente protestante, ha quedado cerrada a las verdades místicas, a lo sagrado cotidiano. Es un muy buen acierto de la religión católica, y también de algunas otras, el haber guardado contacto con ellos”.

lperalta@abc.com.py

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