Crisis de aprendizaje

El conocido analista internacional Moisés Naím comentó en su habitual espacio del diario español, El País, un informe sobre Desarrollo Mundial, del Banco Mundial. Con el título de “¿Cuál es la mayor estafa del mundo? La educación”, Naim nos anuncia la naturaleza inquietante de su trabajo.

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“Cada día –escribe– 1.500 millones de niños y jóvenes en todo el mundo acuden a edificios que se llaman escuelas o colegios. Y allí pasan largas horas en salones donde algunos adultos tratan de enseñarles a leer, a escribir, matemáticas, ciencias y más. Esto cuesta el 5% de todo lo que produce la economía mundial en un año. Una gran parte de este dinero se pierde. Y un costo aún mayor es el tiempo que desperdician esos 1.500 millones de estudiantes que aprenden poco o nada que les vaya a ser útil para moverse eficazmente en el mundo de hoy”.

Frente a estos y otros datos, es imposible no pensar en nuestros niños y jóvenes. Hace pocos días, el diario ABC Color, en una entrevista con la viceministra de Educación y Ciencia, María del Carmen Giménez, dio a conocer estas preocupantes cifras: 59 estudiantes de cada 100 no terminan la secundaria, “por lo cual directamente quedarían vetados de estudios universitarios” y de la posibilidad laboral.

Del primero al segundo año pasan solo 91 alumnos de cada 100. En este punto la viceministra hace esta acotación: No es que los niños huyen por gusto, no se trata de deserción; son forzados “por un sistema inequitativo que les excluye y les fuerza a salir”. Se menciona como algunas de las causas: la baja calidad de la educación pública, escuelas en mal estado, una malla curricular cuestionada, al igual que la modesta formación docente.

De los 7.200 locales escolares, 3.136 se encuentran en mal estado; 1.541 en estado regular, al momento de los recientes inicios de clase. La viceministra indicó, además, que “tiene que haber un gran consenso nacional sobre cuánto invertir en educación y analizar que esa inversión sea realmente efectiva y se transforme en conocimiento; que no sea inferior al 5% del Producto Interno Bruto (PIB).

El drama de la educación –“la estafa”, le llama Naím– es que no se trata solamente de dinero ni de la cantidad de niños y jóvenes escolarizados. Qué hacer, se pregunta Naim, y ensaya estas propuestas: 1) por razones políticas, muchos países se resisten a evaluar de manera transparente a sus estudiantes y profesores. Y si no se sabe qué estrategias educativas funcionan y cuáles no, es imposible ir mejorando la puntería; 2) Es comenzar a darle más peso a la calidad de la educación. Si bien es políticamente atractivo anunciar que un alto porcentaje de los jóvenes de un país van al colegio, eso de nada sirve si la gran mayoría de ellos aprende poco; 3) Empezar más temprano. Cuanto más mejore la educación a edades tempranas, más capaces de aprender serán los estudiantes de primaria y secundaria; 4) Usar la tecnología de manera selectiva y no como una solución mágica.

Quizás el mensaje más importante –enfatiza Naím– es que los países de menores ingresos no están condenados a que sus jóvenes no aprendan. Corea del Sur era en 1950 un país devastado por la guerra y con altos índices de analfabetismo. Pero en solo 25 años logró crear un sistema educativo que produce algunos de los mejores estudiantes del mundo. Entre 1955 y 1975, Vietnam también sufrió un terrible conflicto, Hoy, sus estudiantes de 15 años tienen el mismo rendimiento académico que los de Alemania.

Las causas de la “bancarrota educacional” son múltiples, según Naím. Van desde el hecho de que muchos de los maestros y profesores son tan ignorantes como sus estudiantes, y que sus niveles de absentismo laboral son muy altos, hasta los alumnos que sufren de malnutrición o que no tienen libros y cuadernos.

En 2008, los países de bajos ingresos estaban incorporando a sus niños a la educación primaria a la misma velocidad que lo hacían las naciones de mayores ingresos.

Pero tropezamos en nuestro país con esto que Naín nos recuerda: Claramente, el problema ya no es la falta de escolaridad. No se trata de que niños y adolescentes no puedan ir a la escuela; el problema es que, una vez llegados allí, no aprenden. Más que una crisis de educación, lo que hay es una crisis de aprendizaje.

alcibiades@abc.com.py

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