Cuestión de materia gris

Leía en un diario la información de JAMA Pediatrics (el journal científico de American Medical Association) afirmando que “las áreas del cerebro que intervienen en los procesos críticos de aprendizaje son vulnerables a circunstancias ambientales asociadas con la pobreza”. Los investigadores citan factores como el estrés, la escasa estimulación y la nutrición. El estudio, elaborado por científicos en EE.UU., se centró en el análisis del desarrollo cerebral de un grupo de niños a partir de resonancias magnéticas realizadas a lo largo de su infancia. Descubrieron que la materia gris del cerebro era sensiblemente menos desarrollada en los niños pobres y que este patrón permanece hasta la edad adulta, lo que ocasiona que se repliquen o reproduzcan condiciones de vida.

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“Con estos datos, hemos demostrado que los niños de hogares con bajos ingresos muestran un desarrollo estructural atípico en varias áreas críticas del cerebro, incluyendo el total de la materia gris, el lóbulo frontal, el lóbulo temporal y el hipocampo”, concluyen los autores. E instan, para evitar costos a largo plazo en la tarea educativa, a brindar recursos adicionales para remediar los entornos de la primera infancia. Según estudios de la Unesco, la mitad de los países del planeta carecen de políticas para los menores de 3 años.

Hasta aquí, resumidamente, la verdad es directa y cruda: la pobreza extrema genera discapacidad intelectual. Consultando fuentes virtuales, detengámonos también en este término para entender: discapacidad intelectual, que no es lo mismo que enfermedad mental, es un estado que se inicia antes de los 18 años; el funcionamiento intelectual de la persona está por debajo del promedio (CI 69 o menos), y su conducta no alcanza el nivel de independencia personal y responsabilidad social que corresponde con su edad y cultura.

Los comentarios vertidos por muchos lectores de esta noticia son preocupantes, ya que desacreditan espontáneamente la investigación científica, suplantándola por la delincuencia, sirvengüenzura y oportunismo intrínsecos. Por supuesto, además negando que haya que solidarizarse de manera alguna con los sectores más vulnerables.

No es fácil quebrar los prejuicios, la angustia, miedo y enojo que las políticas, que sí son las oportunistas y destructivas, crean sobre la población entera. “No dicen nada que no sepamos”, dispara un comentarista, sin saber que el trabajo científico vuelve una y otra vez sobre la obviedad y así dejar información fidedigna para luego aplicar al conocimiento. Los escépticos que gozan de buen pasar económico pueden hacer el experimento con sus propios hijos, emulando la vida que llevan estos niños sin nada, y luego nos cuentan sus propias conclusiones. No lo harán, porque no conocen esas vidas de completa negación; y es hora de superar el cuento del pobre que se mata trabajando y sale adelante, sin considerar el sistema económico estrangulador en el que batallan millones de familias.

Hablamos de políticas de inclusión pero poco de superar el hambre y la desocupación. Si Paraguay arrastra una larga historia de pobreza, es sencillo deducir la razón de nuestra realidad nacional, para después comprender cada una de sus ramificaciones. Que la ciencia nos sirva para curarnos del esquema sensacionalista y de rápida e inútil condena.

lperalta@abc.com.py

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