“Cuidemos lo que es de todos”

Esta llamativa expresión la leí en un cartel, al llegar al Campus de la Universidad Nacional de Cuyo, en la cautivante ciudad argentina de Mendoza. Inmediatamente pensé en su profundo significado y en la envidiable conciencia ciudadana de quien tuvo la idea de colocarla en un cartel. Cuando más tarde recorrí la ciudad, ordenada, con calles limpias y arboladas, envidiables parques y plazas, y me encontré en otros sitios con similares carteles, me di cuenta que aquellos mensajes no representaban actitudes aisladas ni limitadas al ambiente universitario, sino algo mucho más extendido: una verdadera conciencia ciudadana que envuelve a la Sociedad Mendocina en su conjunto.

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Entusiasmado con mi descubrimiento, quise indagar qué más había detrás. No tardé en darme cuenta que no era solo una percepción mía, sino que los habitantes de esta ciudad son conocidos por ser exigentes y vigilantes con sus autoridades, además de respetuosos y celosos custodios de la belleza y conservación de la ciudad, que con su actitud participativa obtienen respuestas rápidas, efectivas y consensuadas para la comunidad, y que hasta tienen un Código de Convivencia Ciudadana sancionado por Ordenanza Municipal en octubre de 2014, con alrededor de 80 artículos que regulan la convivencia y el uso del espacio público en la ciudad. El objetivo es lograr que Mendoza sea una ciudad armónica y amigable para vivir. ¿Qué les parece?

Fue inevitable trasladarme mentalmente a nuestra realidad y pensar en lo mucho que nos serviría internalizar y enseñar a nuestros niños y jóvenes el significado de la expresión “Cuidemos lo que es de todos”, por lo profundamente arraigada que está en nuestra sociedad la creencia de que lo público es de nadie, y que, por lo tanto, puede ser impunemente despilfarrado, destruido, malversado o incluso directamente incorporado al patrimonio personal de algunos, de las maneras más variadas y perversamente creativas.

La conciencia de que lo público es de todos, claramente indica no solo que, al ser de todos, también es mío, sino de que al ser de todos no es solamente mío, y que, por lo tanto, no tengo derecho a hacer con él nada que pueda afectar negativamente los derechos y los intereses de los demás copropietarios, es decir, de todos mis conciudadanos.

Asumir que lo público es de todos no solo abarca entender la enorme responsabilidad que implica cuidar los bienes que son de la comunidad en su conjunto, sino también la posibilidad de ejercer y defender el derecho que tenemos todos los ciudadanos de acceder, en condiciones equitativas, a los beneficios que su buen uso debe representar para todos, tratándose de los recursos del presupuesto nacional o municipal, de la señalización de las rutas, de los vehículos del Estado, de los bancos de las plazas o de la limpieza de las calles, entre otros bienes.

No debemos olvidar que lo que tenemos como realidad social no es consecuencia del cumplimiento de un destino irreversible, sino nada más que el resultado de lo que nosotros mismos hemos construido con nuestras actitudes. Por lo tanto, es posible mejorar esa realidad para bien de todos, modificando positivamente nuestra forma de pensar y actuar; y exigiendo sobre esa base que quienes usan, administran o controlan el uso de los bienes públicos, lo hagan con responsabilidad y sentido de equidad.

El conocido chiste del pasajero del avión que se va a estrellar, que se mantiene impasible alegando que el aparato no es de su propiedad, ya no tiene tanta gracia cuando pensamos que el avión es nuestro país, y que dentro de él volamos todos.

Dejar de lado la indiferencia con la que actuamos y dejamos actuar a los demás con respecto a lo que es de todos, bien puede significar el inicio de un cambio radical en el progreso de nuestra sociedad. Imitar a los mendocinos puede ser una buena forma de empezar.

(*) Miembro del Equipo Nacional de Estrategia País (ENEP).

política@abc.com.py

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