De estos, nada se puede esperar

La arrolladora movilización estudiantil y otros hechos recientes que involucraron la participación ciudadana confirmaron algo que no por sabido es menos cierto: no se impulsarán cambios reales en nuestro país mientras quienes están en el poder no se vean obligados a hacerlos. Esta verdad de perogrullo vale para todos los ámbitos del quehacer nacional.

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Los hechos de corrupción hechos públicos en la Universidad Nacional de Asunción, en varias intendencias, en la Contraloría General, en el Congreso, etc., etc., etc., no constituyen una sorpresa y ni siquiera realmente sorprenden a nadie. Lo novedoso es la reacción que ha generado esta vez en los jóvenes. Ellos y ellas se han negado a adoptar como respuesta la resignación a la que se había acostumbrado gran parte de la ciudadanía, abrumada por años de observar la corrupción seguida de impunidad.

Una de las metas evidentes del actual gobierno es mantener el statu quo en varias áreas. Es obvio que esta administración no tenía intenciones serias de impulsar los cambios perentorios que se necesitan en el ámbito de la educación, por más que eso debería ser una cuestión fundamental y elemental del plan de gobierno de cualquier administración que acceda al poder. Sin embargo, este gobierno solo comenzará a hacer algo más de lo que quería (al menos eso espera la mayoría del país) por la presión a la que fue sometida con la protestas juveniles.

Si los estudiantes no hubiesen estado movilizados era impensable que Froilán Peralta, el exrector de la UNA, hubiera ido a parar con sus huesos a la cárcel de Tacumbú. En eso tiene razón el senador colorado Juan Carlos Galaverna, amigo del extodopoderoso mandamás prepotente de la casa de altos estudios: hay mucha gente procesada por delitos tanto o más graves que los de Froilán y está en libertad. Entre ellos, es bueno aclararlo, varios dirigentes políticos colorados y de la oposición.

La queja de Galaverna es un viejo sofisma de la política paraguaya: argumentar que como hay muchos delincuentes de cuello blanco y es muy difícil que todos vayan presos, la solución es que ninguno termine en la cárcel.

La efervescencia general que amenaza con hacer caer a más funcionarios corruptos en varias instituciones públicas preocupa a quienes ven amenazados sus cómodos espacios de impunidad. El problema de nuestro país es real: hay muchos bandidos que están asociados y entre ellos se protegen en caso de necesidad. El stronismo y el pos-stronismo instaló una práctica de corrupción que no será fácil de erradicar y que llevará mucho tiempo de combate.

Lo importante es que las dificultades para producir los cambios que necesitamos no desanimen a la gente, como no han desanimado hasta ahora a los jóvenes secundarios y universitarios quienes, a esta altura, ya son conscientes de estar enfrentando añejas estructuras que harán todo lo posible por mantenerse igual que como están desde hace décadas.

También es clave saber que no se puede esperar que el impulso para los cambios provenga de personas sin compromiso con la participación popular y con el sistema democrático. Ni de quienes llegaron a sus cargos comprando voluntades y sin ninguna experiencia de luchar o siquiera preocuparse por los derechos de la gente y de sentir verdaderamente sus necesidades. Esos ni siquiera entienden de qué se trata este tema y no habrá asesor que se los pueda explicar.

Solamente presionando, denunciando, escrachando y castigando con el voto a quienes se hacen ricos en sus cargos y quieren “arreglar” las cosas con dádivas en tiempos electorales, se podrá obligar a los dirigentes a pensar en el bien común y habrá menos gente inescrupulosa y prepotente en los espacios de poder.

mcaceres@abc.com.py

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