De política y de poesía

SALAMANCA. Con pocos días de diferencia, en dos partes distantes del planeta, han muerto dos personas excepcionales: el poeta ruso Yevgueni Yevtushenko, en Tulsa, Estados Unidos, donde se encontraba viviendo, y el politólogo italiano Giovanni Sartori, en Roma. A vuelo de pájaro, no tenían nada en común más que la ancianidad. El primero tenía 85 años y Sartori 93. Pero sí algo en común: el haber dedicado toda su vida y haber puesto todo su empeño, en hacer que el mundo fuera diferente. Creo, por eso, que habrá un antes y un después de la obra que dejaron.

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Sartori fue sociólogo y politólogo, lúcido, desprendido de las convenciones y de la rigidez de las fórmulas ideológicas de un signo y de otro. Dejó una decena de libros que se convirtieron, desde hace tiempo, en consulta obligada para quienes intentaban entender mejor las trasformaciones políticas de nuestro tiempo. La más brillante: “¿Qué es la democracia?”, de 1997 cuya sola mención, en estos momentos que estamos viviendo en el país, no sé si es una paradoja o una tragedia. Pero sobre todo, la abismal distancia que nos separa del pensamiento contemporáneo de Sartori y la barbarie irracional de nuestro mundo político.

En nuestro país alcanzaron relativa difusión dos libros suyos: “La sociedad multiétnica” (2001) y “Homo videns: la sociedad teledirigida” (1998). Con la primera se adelantó a analizar el problema que se estaba insinuando en aquel momento y que en poco tiempo iba alcanzar los límites apocalípticos a que hemos llegado con el terrorismo de los grupos yihadistas. La segunda, nos enfrenta a la civilización dirigida desde la pantalla del televisor y, lastimosamente, no tuvo tiempo ya a estudiar y analizar la sociedad de las “redes sociales”. A pesar de ello, dijo en una entrevista: “Soy un superviviente de otro tiempo, uno de los últimos dinosaurios que aún creen que lo importante es intentar conseguir que se entienda un problema, y no sólo aportar nuevos comentarios y análisis”. 

Florentino de nacimiento, con su talento honró la memoria de otro florentino que revolucionó el concepto de la palabra “política”, Niccolo Machiavelli. Sartori fustigó sin piedad las ideas puestas tan en moda de los populismos de izquierda y derecha sobre la democracia directa y otras ideas afines. Para él la democracia es una sola, la liberal y representativa.

La otra persona a la que aludí es el poeta Yevgueni Yevtushenko, nacido en la Siberia en 1932. Crítico del régimen estalinista supo, sin embargo, encontrar un nicho donde desarrollar su trabajo y fue la voz más resonante del periodo de deshielo de los años 60. Su popularidad llegó a niveles tan altos, que su sólo nombre era suficiente para llenar estadios donde escucharle decir sus poemas. Cuando la “perestroika” llegó a ser elegido diputado.

Su obra más conocida es el poema “Babi Yar” que recuerda la matanza de judíos por parte del ejército nazi de ocupación en Ucrania, en un barranco que lleva ese nombre y donde entre el 29 y 30 de septiembre de 1941 fueron asesinados 33.771 judíos; aunque se calcula que durante toda la ocupación, en ese sitio mataron entre 100.000 y 150.000 personas entre judíos, gitanos, comunistas, prisioneros de guerra, partisanos y nacionalistas ucranianos.

“Hierbas silvestres crujen sobre Babi Yar, / Los árboles miran severamente, como si juzgaran. / Aquí, en silencio, todos los gritos, y, con el sombrero en la mano, / Siento que mi cabello cambia de color a gris”, dice en una de sus partes. Estos versos, más tarde, fueron tomados por Dmitri Shostakovich para el primer movimiento de su Sinfonía Decimotercera.

Cuando le sorprendió la muerte a causa de un cáncer, estaba preparando una gran gira por toda Rusia a la que solo regresará su cuerpo para ser sepultado en Peredélkino, a las afueras de Moscú donde tradicionalmente tenían su “dacha” (casa de campo) los escritores soviéticos. Allí descansará junto a la tumba de Boris Pasternak.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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