Desafío cédula

“Ten tus cuentas y documentos en orden, y haz lo que quieras”, me aconsejó alguien una vez. Lo recordé para darme ánimo, pues tuve que renovar mi cédula paraguaya. Quisiera compartir la experiencia para que otros extranjeros, afianzados desde hace décadas en esta bondadosa tierra, odiosa burocracia, preparen su dosis de paciencia. Los requisitos necesarios me los dieron en Identificaciones por teléfono y eran correctos: cédula del país de origen y radicación permanente (con fotocopias autenticadas), cédula paraguaya (con fotocopia), vida y residencia, antecedentes en Interpol (certificado por la Comandancia de la Policía Nacional en Personal y Ayudantía), antecedentes policiales. Desechen la idea de que al tener cédula paraguaya seremos paraguayos, como mal me dijo un policía.

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Leí comentarios en internet sobre la atención en Identificaciones y hallé quejas sobre maltrato. Pero, para ser justa, yo no los tuve, salvo un cruce pasajero con un policía de Personal que me reprochó, con media sonrisa, haber ido a las 17:30 hs. “¡Llegaste bien tarde, eh! Igual te vamos a hacer, no hay problema”, dijo, siendo que en todos los demás lugares me atendieron a esa hora.

No debemos molestar a la policía sugiriendo ser lógicamente prácticos, esto es incompatible con la enraizada lentitud. Por ejemplo, no es conveniente querer saber por qué en Interpol (sito en Sajonia) no hay alguien de Personal (sito a dos cuadras de Av. Choferes del Chaco) y de Ayudantía (sito en pleno centro). Pero este triple trámite por un mismo papel, no me colmó tanto como conseguir un simple certificado de vida y residencia en la comisaría de mi barrio. Aquí me permito recordar la amable orientación de un baqueano del laberinto republicano: “Te vas derechito, doblás por el asfaltado y seguís hasta encontrar un montón de autos chatarra”. Exactamente, ahí era. Dejando para otra ocasión la descripción de la comisaría y su gente, conseguir el simple papel me costó 5 llegadas al lugar: 1) Buscar la solicitud, 2) llevarla con mis datos y los de mis testigos, 3) regresar y decirle al policía que en vez de darme lo que solicité, me dio un permiso de menor, 4) al día siguiente, después de llamar antes de ir, voy y retiro el certificado, 5) regreso nuevamente porque me pusieron mal el mes y el año. Esperando en aquella piecita oficina que corrijan el error, maté la interminable espera conversando con un policía, quien me explicaba que había cosas que él no sabría decirme porque se dividen en policías de calle y de oficina. En teoría, los de oficina son los más formados... Volviendo al tema, dar un certificado de vida y residencia fue para esta comisaría un teorema matemático.

Finalmente, presenté todos los papeles en el Departamento de Identificaciones, donde me atendieron bien y liquidé el asunto en pocos minutos: “Venga a retirar en 30 días hábiles”, dijeron y fue música para mis oídos. Salí de aquel edificio aliviada y contenta, como si hubiera ganado un premio o cumplido una condena. Aquí termina esta historia con ribetes de historieta, si Dios lo permite, hasta dentro de 10 años.

lperalta@abc.com.py

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