Desigualdad

“Las desigualdades en los países de la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico no fueron nunca tan altas desde que las medimos”, dijo Ángel Gurría, secretario general de la organización al presentar el informe en París. “Al no atacar el problema de las desigualdades, los gobiernos debilitan el tejido social de sus países y comprometen su crecimiento a largo plazo”.

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Si hay algo que me asusta en este país, es ver la cantidad de jóvenes, en colegios, fiestas, actividades deportivas, y muy pocos de ellos en el trabajo. Siempre me asalta la duda de qué hacer con todos ellos para que puedan disfrutar de bienestar en estado de independencia. A ello debo agregar el paisaje común de los pueblos del interior: gente de todas las edades sentadas, generalmente todas juntas, bajo el árbol de la casa sin hacer absolutamente nada en días y horarios laborales.

¿Les afecta la desigualdad a todos ellos? Generalmente, no, porque no adquieren conciencia del potencial de cada persona y porque nacen y se crían en un ambiente de conformismo y fatalidad respecto al presente y el futuro. Cumplen con los requisitos básicos y en lo posible mínimos de salud y educación, como una imposición y no como un deber personal.

Pero el estado de postración personal, familiar y hasta comunitario no representa todo el rostro de este problema de inequidad social, ya que también los gobiernos locales, departamentales y nacional tienen una alta, y tal vez la mayor, cuota de responsabilidad que llega a los partidos políticos y a las instituciones con atribuciones específicas para impulsar el desarrollo.

¿Pero con qué sorpresas nos encontramos los ciudadanos cuando observamos los planes y la dedicación a combatir el problema? Que todos ellos, juntos o separados, al mismo tiempo o en diferentes momentos, dedican recursos, talentos y tiempo a conservar la política de prebendarismo y el enfoque populista en las intervenciones estatales, lo que da como resultado a la larga la perpetuación de la pobreza y por tanto de la desigualdad en la sociedad.

Los “logros políticos” que salen a relucir se dan entre los que entregaron más subsidio a pobres y tercera edad y los que consiguieron mayor crecimiento (económico) concentrado en las alturas, pero ninguno de los dos “extremos” ponen demasiado esfuerzo en la visión y misión de qué hacer con la fuerza joven de la población paraguaya.

El famoso bono juvenil está ahí como una oferta gratuita, como una potencia sin ningún impulso de política alguna, que si se lo deja pasar se convertirá en un búmeran.

Según los expertos, el bono demográfico (población en edad de trabajar mayor que la dependiente, niños y ancianos) es una verdadera oportunidad de desarrollo que lo usaron inteligentemente países como Alemania, Francia, Inglaterra, Japón, Corea, Taiwán. Se da cada 200 años más o menos y dura entre 30 y 40 años.

Aquí hace rato que se da esta oportunidad, y los cientistas inclusive ya advirtieron de los primeros indicios de envejecimiento de la población nacional, sin que se haya hecho nada para aprovechar este evento demográfico y, por supuesto, menos para frenar lo que esta desidia acarreará en el futuro, como mayor demanda de servicios por quienes no estarán en condiciones de pagarlos.

Señores políticos, es hora de terminar con el populismo barato. Señores gobernantes, es hora de acabar con el prebendarismo. Señores empresarios, es tiempo de ser más productivos y pagar más impuestos por las rentas. Señores padres de familia, pónganse a trabajar y no esperar subsidios. Si no fuere así, a todos nos espera la cuneta... solamente.

ebritez@abc.com.py

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