Dignidad y honestidad

Hay veces que en nuestras vidas se presentan circunstancias negativas, obstáculos, vicisitudes así como problemas. Entonces nos sentimos mal.

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Sin embargo, tendríamos que aprender a sobreponernos y a tomar el ejemplo de aquellos grandes hombres y mujeres de Paraguay, de América y de Europa que han sobrevivido heroicamente a las adversidades.

En nuestro país existen miles de héroes anónimos que cada día de su existencia ganan el sustento con honestidad, dignidad y bastante esfuerzo.

Ellos merecen nuestro respeto profundo. No deberíamos perder la dignidad cuyo significado es el respeto y la estima que una persona tiene de sí misma y merece que se lo tengan las demás.

Quienes hacemos prensa en el Paraguay, donde cada vez son más las gentes que por falta de oportunidades no tienen acceso a la educación y a la cultura, sabemos que mantener nuestra credibilidad es sumamente valiosa.

No podemos improvisar.

Dignidad, honestidad y honradez no tienen los políticos, las autoridades, los gobernantes que en vez de trabajar roban y mienten descaradamente al pueblo.

Me pregunto y pregunto al mismo tiempo a los lectores: ¿Cómo creer ya en ellos? ¿Por qué y para qué creerlos? ¿Cuál de los presidenciables vale realmente la pena? ¿En quién depositar la esperanza y la confianza pues ellos han perdido totalmente la credibilidad?

Hasta el momento no han dado pruebas concretas de querer mejorar el rumbo de nuestro país.

Muchos ciudadanos trabajamos honrada y honestamente para pagar los impuestos, mientras las autoridades corruptas invierten nuestro dinero ganado con sacrificio en tandas publicitarias.

Van de discursos en discursos, de promesas en promesas, y dejan en total evidencia su mediocridad, su improvisación, su falta de idoneidad, de coherencia y su incapacidad para solucionar las lamentables condiciones de vida en que se encuentran miles de paraguayos indigentes.

Los tontos, los ingenuos, los fanáticos y los ignorantes depositan todavía su confianza en los políticos.
Deberíamos creer en lo que hacemos cada día y tratar de hacerlo cada vez mejor.

Obviamente, no somos seres perfectos. Solamente somos perfectibles.

Muchas, tantas veces nos equivocamos. Es entonces cuando tomamos conciencia de que no podemos equivocarnos de nuevo.

Lastimosamente muchas personas no aprenden de sus propios equívocos, de sus errores y ocasionan problemas que luego no saben cómo resolver.

Por otro lado, tendríamos que tratar de ver el lado positivo de la vida.

¿Por qué ser pesimistas y transmitir pesimismo? ¿Por qué no apreciar el mismo hecho de estar con vida? ¿Por qué sentirnos frustrados?

La existencia es hermosa.

Cómo no valorar el hogar, la armonía familiar, los buenos amigos. ¿Por qué y para qué perder el tiempo en discusiones absurdas y estériles que no valen la pena y no llevan a ningún lado? Los jóvenes que estudian afanosamente, que practican sanos deportes, llenan de motivación, de satisfacción y de orgullo a sus padres.

En ellos sí depositamos nuestras esperanzas.

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