El alimento que no perece

El domingo pasado vimos cómo Jesús había multiplicado los panes y cómo la muchedumbre lo buscaba para hacerlo rey, pues querían a alguien que resolviera sus problemas de manera fácil, más o menos mágica, cuando uno gana mucho y no necesita comprometerse con nada. Terrible motivación de muchas personas de América Latina, que esperan un líder “buenito”, que le provea de todo, sin cumplir sus deberes con honestidad y sin exigir sus derechos de modo organizado.

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Jn 6,24-35

Jesús huyó de esta sospechosa aclamación; sin embargo, la gente volvió a procurarlo. Entonces les habló: “Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre”.

Debemos nosotros trabajar por el alimento que perece y por el alimento que no perece, pues el ser humano no es solamente un estómago a llenar, sino también un corazón que necesita de afecto.

El “alimento que perece” es más fácil de entender, ya que se refiere a la comida como tal, a la vivienda, al estudio, al transporte, al seguro de salud y otros elementos que nos permiten tener una razonable calidad de vida.

Debemos cambiar muchas cosas en nuestra sociedad para que todos puedan tener este “alimento que perece”, pues todavía mantenemos una desorganización económica, que genera grande concentración de renta en manos de unos pocos y una carencia dramática para muchos otros.

A modo de viva comparación podríamos decir que el cuerpo necesita de aire y el alma de oración; el cuerpo de sueño y el alma de silencio; el cuerpo de agua y el alma de diálogo; el cuerpo de alimento y el alma de la Eucaristía.

Y es justamente considerando esta estructura global del ser humano que Jesús manda que busquemos también el “alimento que no perece”, ya que siempre está presente el desastroso riesgo de tener un cuerpo obeso y un espíritu anémico.

El “alimento que no perece” tiene dos características importantes: es el que subsiste, dando vida eterna, y es únicamente el Hijo del hombre quien lo da.

Nunca debemos perder de vista nuestra condición de peregrinos en esta tierra; asimismo, de sencillos administradores de las cosas, jamás de propietarios. Por ello, hemos de prepararnos para la vida eterna junto a Dios, y el Señor nos ofrece este alimento sustancial desde ahora, que es la Misa, a la cual toda familia debe acudir todos los domingos.

Así, no seamos ingenuos de procurar el verdadero alimento en fuentes fraudulentas, que nos engañan y terminamos sin nada.

Paz y bien hnojoemar@gmail.com

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