El caballo del comisario

Durante la dictadura, cada tantos años invariablemente se celebraban elecciones donde, por supuesto, se candidataba Alfredo Stroessner y un par de sus amigos de la oposición. Decían que habían votaciones pero nunca nadie veía a nadie asistir a urnas (si es que las había). 

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El final de estas “elecciones” era siempre el mismo: Decían que arrasaba Stroessner. 

Pasaba lo mismo con las elecciones para el resto de las autoridades: Ganaban los mismos, cero sorpresa, ninguna revelación. En otros casos, ni siquiera se hacía el simulacro de competir y ganar, era simplemente que un buen día todos nos enterábamos que el candidato de siempre había ganado y había sido aclamado por otro período más. 

Nos acercamos a los 30 años de democracia y no hemos ganado en calidad de selecciones y elecciones. No siempre llega al cargo el mejor posicionado en probidad, capacidad, entrenamiento y foja académica; el caballo del comisario sigue ganando, el poder político sigue secuestrando. 

La terna para fiscal general ha desalentado y decepcionado una vez más. Esta vuelta ha dejado con el amargo sabor de la exposición y el manoseo a muchas de las conductas honestas y de las mentes más brillantes del Paraguay. Varios de los mejores hombres y mujeres del país aceptaron someterse a reglas de juego que incluyeron pasar por entrevistas, exposiciones públicas y pruebas varias para postular al cargo. 

El sistema de selección no sirve. No funciona. 

Miré los nombres de muchos hombres y mujeres que se postularon, que habrán pensado que tener buenas notas, conducta proba y antecedentes limpios son suficientes; que un masterado en el extranjero, trayectoria impecable en servicio público e independencia podría sentarlos en la silla de la Fiscalía... 

Una vez más, no fue así. 

La impotencia de esta gente que postuló y no fue considerada llevó mis recuerdos hacia el querido doctor Alejandro Encina Marín, una de las mentes jurídicas más brillantes de nuestra república. Sé que ayudó a sustentar algunas de las posiciones más exigentes en defensa de la causa pública y los intereses del país... pero nunca le permitieron sentarse en la más alta magistratura del Paraguay. 

Igual, él siempre concursaba. Preparaba su cada vez más voluminosa carpeta y se iba a presentar como cualquiera, formando fila. Le pregunté varias veces por qué lo hacía, lo intentaba una y otra vez sabiendo que el poder político le había tirado la bolilla negra y le negaba la posibilidad de servir a su país. “No me van a quebrar, ellos no me van a ganar. Mi conducta no dependerá de ellos”. 

Lo hizo hasta el final. Fue árbol zarandeado y hostigado... peroabogados, fiscales, jueces y ministros de la Corte se acogían a su sombra como alumnos o para ser asesorados. 

Nunca fue elegido... pero tuvo más AUTORIDAD que todos los elegidos juntos. Eso no regala un proceso de selección ni regala el comisario –por más caballo favorito que uno sea–.

mabel@abc.com.py

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