El furgón de cola

SALAMANCA. “Se toma nota. Se toma nota”, fue la escueta contestación que ofreció el ministro de Relaciones Exteriores de nuestro país cuando se le preguntó cuál era la posición de Paraguay sobre la intención del presidente electo argentino, Mauricio Macri, de pedir que se le aplique a Venezuela la cláusula democrática del Mercosur. Como siempre, seguiremos siendo el vagón de cola por la incapacidad de tomar una decisión que nos haga más visibles en ese engendro que se ha convertido el Mercosur a causa de las políticas bolivarianas, especialmente por la actitud que ha tomado Cristina Kirchner de acuerdo a lo manifestado por el propio ministro de Economía uruguayo en una conferencia pronunciada dos semanas atrás.

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Según los Evangelios, Jesús, respondiendo a una consulta de sus seguidores, dijo que si alguien nos da una bofetada, le ofrezcamos la otra mejilla. Pero no aclara qué hacer a continuación. Pues bien, nuestro país recibió cuatro bofetadas por parte del Mercosur propinadas por Cristina Kirchner, José Mujica, Dilma Rousseff y Nicolás Maduro que aprovechó la oportunidad para meterse en el organismo de integración regional por la ventana. Nadie quiso saber nada de esperar las siguientes elecciones y el palo nos cayó con toda dureza porque nuestros “hermanos” brasileños, argentinos y uruguayos dijeron que la destitución de Lugo había sido inconstitucional.

Mientras tanto Venezuela mandó a la cárcel a un político opositor, Leopoldo López, después de un juicio en el que se violaron todas las garantías jurídicas imaginables. Como broche de oro, el fiscal huyó a Estados Unidos desde donde denunció todas las irregularidades y que el Gobierno le obligó a acusar a López de delitos que no existían. Ahora, se ha asesinado a un político también de la oposición, Luis Manuel Díaz, mientras hacía campaña para unas elecciones que se realizarán el próximo domingo 6 para renovar el Parlamento, y la esposa de López, que se encontraba en la tarima al lado de la víctima, aseguró que quienes dispararon en realidad querían atentar contra ella.

A pesar de estas irregularidades, los corifeos del sistema bolivariano quieren “esperar” a que se realicen las elecciones. ¿Esperar qué? ¿Que los resultados los dicten las urnas, pero no aquellas de las que se utilizan para depositar los votos sino las que se utilizan para depositar los huesos de los difuntos? Tanto Unasur, un invento bolivariano para sustituir a la OEA, como la propia OEA han manifestado su preocupación. Maduro, recurriendo a un lenguaje que le es muy propio y que pone en evidencia el nivel educativo que tiene, se refirió a Almagro, secretario general de este organismo, llamándole “basura... con perdón de la basura”.

Los defensores del sistema bolivariano alegan que Venezuela es uno de los países más democráticos de Sudamérica, ya que allí en quince años se han realizado más de diecinueve elecciones. Elecciones democráticas no es ir a depositar un voto, sino que además existan muchas garantías que aseguren que el ciudadano puede acercarse libremente, bien informado, no amenazado, no amedrentado, a depositar su voto en favor de candidatos que, a su vez, pudieron exponer libremente sus ideas teniendo acceso a los mismos medios y libertad de movimiento que todos los otros en perfecto pie de igualdad. ¿No sabemos acaso cómo se realizaron las “democráticas” elecciones que permitieron que soportáramos una dictadura de más de cuarenta años: 1947-1989?

Es triste ver el papel de los mandatarios de varios países de Sudamérica, mostrándose genuflexos ante una persona carente de ética, cabeza de un sistema político que naufraga a pasos agigantados a costa del sufrimiento de un pueblo que vive hambreado, acosado por una inflación de más del 75% anual y la advertencia de organismos internacionales de que el país corre el riesgo de caer, muy pronto, en un proceso de hiperinflación. “Se toma nota. Se toma nota”, es una reacción que tendría que llenarnos de vergüenza. ¿Qué le debemos al déspota de Maduro para temblar en su presencia? ¿Le debemos a Petróleos de Venezuela SA 350 millones de dólares? ¿Tan barata es nuestra dignidad? ¿Por tan poco dinero hemos puesto en subasta nuestra decencia? ¿Habrá, por fin, alguien que pueda devolvernos nuestro orgullo, nuestro amor propio, nuestra nobleza? Por el momento no, y tendremos que resignarnos a seguir siendo furgón de cola.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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