El motociclista, vivir o morir

Las motos siempre han sido relacionadas a la velocidad y libertad. Su uso comenzó en el interior del país; recuerdo patente una visita a una estancia de colonos alemanes cuando era niña, ahí me había sorprendido que varios jóvenes en el campo tuvieran motocicletas. Los muchachos corrían extasiados por los caminos de tierra a toda velocidad, marcando la gran diferencia y creando una distancia ya entre su generación y la de sus padres hechos a carro y caballo. Luego, comenzaron a utilizarse en las ciudades –principalmente en la frontera con Brasil– junto con autos y bicicletas. En este transcurrir, Asunción de los 80 comenzaba a poblarse también de este medio de transporte, que fue copando gustos, necesidad y espacio.

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Tal como en la ciencia existen las especializaciones, en la industria pasa lo mismo. Se han creado diferentes tipos de motos. Por lo tanto, cuando se cruzan encarnadamente defensores y detractores de motos, tenemos que entender qué es lo que defienden o atacan. Porque hay motos con capacidades, funciones e intenciones diferentes. Resumidamente, las hay para pasear, trabajar o para correr carreras.

El accidente reciente del llamado “campeón de carreras clandestinas”, era un chico muy joven, solo 21 años y a punto de ser padre. En la carrera, antes de morir, chocó contra un auto que estaba estacionado, y antes a otros motociclistas que iban a su trabajo.

El hecho provocó la reacción furiosa del público condenando al fallecido y a estas carreras que se hacen ya hace mucho tiempo ante la inacción, la falta de control –y la coima, seguramente– de las autoridades correspondientes.

En un video vimos la larguísima caravana de motos acompañando al coche fúnebre, volvió a generar una horda de comentarios: “Un boludo menos”, “No perdimos nada”, “Si se quieren matar, que se maten”, y por el otro lado: “Sus amigos y fans lamentamos la pérdida, era el mejor corredor”. Su padre manifestó igualmente que murió como todo un campeón (y este “orgullo” da para todo un comentario aparte).

Realmente en este caso hay muchísimo para analizar y pensar en pos de la prevención y el cuidado de toda la sociedad. Sin dudas, es muy dolorosa la pérdida de una vida tan joven, pero esa caravana significa que este tipo de carreras va a continuar, porque tiene seguidores que reducen el hecho a un accidente. Escuché también justificaciones de los motociclistas, diciendo que no tienen dónde correr porque el alquiler de pistas es demasiado caro.

En un país con mayoría joven y sin posibilidad de entretenimientos que construyan al ser humano, seguirán este tipo de diversiones improvisadas y peligrosas. La búsqueda de adrenalina, el creerse inmortal es normal a los 20 años, pero eso no niega la estupidez de no comprender los límites.

Largo y seguramente peleado tema para las autoridades estatales son los centros recreativos para todas las clases sociales, ofertas de actividades para ocupar el tiempo libre, incluyendo el servicio de personas orientadoras. Además del rol paterno principalmente. Así se trabaja en una sociedad. “Que se revienten, pero que no jodan a otros” es un pensamiento boomerang que consigue, por su laxitud, un efecto de asesinato –más que de suicidio–. No valorar la vida, sigue siendo en nuestra sociedad la carencia moral, emocional e intelectual más grave.

lperalta@abc.com.py

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