El muro

Toda obra guarda un simbolismo. El muro levantado entre la ciudad de Posadas y Encarnación trascendió inmediatamente el orden fronterizo, la separación se interpretó de buenas a primeras como un acto de discriminación por parte de Argentina hacia Paraguay. Sin dudas es un tema denso que merece opiniones de entendidos en las materias correspondientes. Ya lo han comparado con el muro de Berlín. Sin entrar en las razones gubernamentales que llevaron al país vecino a tomar esta dura determinación, el muro de 5 metros es apenas una concreción de lo que día a día estamos viviendo también a nivel de pensamiento y sentimiento. Desmenuzar los mensajes es positivo para evaluarnos social e individualmente. La zona fronteriza siempre ha sido un escollo para la mentalidad bohemia que todavía existe en muchos, no así para la del orden y las delimitaciones necesarias para establecer gobiernos. Los países han sido una creación humana, no natural, puesto que la madre naturaleza no conoce más que la expansión generosa y perfecta de su riqueza de acuerdo a los climas y accidentes esenciales de la geografía.

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Una noticia como esta corre el riesgo de tener comentarios guías para la enemistad entre ciudadanos de uno y otro lado. Un muro divide, pero más dividen los prejuicios que tenemos enraizados culturalmente y que por medio de la palabra transmitimos hasta formar una certeza social, muy peligrosa para la integración. Los prejuicios que no podemos superar tanto de un lado como del otro son la enfermedad (placentera y cómoda) que poco y nada queremos curar. Cada vez que le damos “me gusta” a un comentario racista, xenófobo o clasista damos muchos pasos atrás. No existen “el argentino” ni “el paraguayo”. Ambos países se mantienen unidos por nexos de migración que nadie puede negar ni borrar. Lo que sí existen son políticos argentinos y paraguayos que toman decisiones escudados en un entramado de representaciones democráticas, y a quienes solo podremos controlar con el ejercicio de la organización popular. Específicamente, la zona de Encarnación-Posadas tiene una historia antigua de conflicto por el tema paseros cuya raíz responde a la supervivencia de miles de familias.

Pero cuando surgen este tipo de noticias siempre se termina involucrando la nacionalidad, y no extraño que personas muy formadas fomenten enemistades con sus escritos tan personales. Vamos deduciendo con los años que entre el que conoce demasiada teoría y el que nada conoce hay mucha similitud en sus sentimientos. Equilibrio para crecer, esa es la clave. Dice una rumba gitana: “Ahí está la pared que separa tu vida y la mía; esa maldita pared yo la voy a romper cualquier día…”; los muros más preocupantes son los mentales. Poner más cautela que emoción –un lujo de aprendizaje– en los comentarios de las redes o las noticias de prensa es parte de la participación consciente y pacificadora. Cuando hablamos de patria, que dónde comienza, termina y por qué, que no sea sinónimo de egoísmo ni revancha sino de identificación con los valores humanos, sin eso ninguna injusta frontera podrá caer.

lperalta@abc.com

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