El “pohã ñana” como patrimonio inmaterial

Nuestros indígenas, por lo visto, nunca sufrieron la falta de sentido común, al menos en una intensidad que fuera dañina, y al parecer tampoco era conocida en nuestra cultura precolombina la “bacteria” que atrofia mente y voluntad en aquellos que llegan al poder político o a algún otro cargo institucional de importancia. Ensayo esta conclusión, porque si fuese de otra forma hoy tendríamos a disposición uno que otro “pohã ñana” (planta medicinal) para esos males.

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Y en consecuencia, si existiesen tales medicinas hubiera sido improbable que el recién creado “Día del Patrimonio” tuviera su acto inaugural en el popular Mercado Nº 4, en medio de todos lo remedios yuyos, especialmente abundantes en la esquina de Pettirossi y República Francesa, como ocurrió el sábado pasado, 27 de abril.

Y no porque el Mercado 4 sea un sitio inadecuado, al contrario, es uno de los más dignos de Asunción, levantado desde sus orígenes –hace casi tres cuartos de siglo– con el sacrificio de la gente más humilde y trabajadora, familias enteras en algunos casos, que hipotecaron las madrugadas de toda su vida para ganarse decentemente el pan de cada día. Así que las cosas no van por ahí.

Tampoco es cuestión de menospreciar el valor, económico y social, que tiene el trabajo de productores y proveedores de plantas medicinales, la mayoría de ellos provenientes de la compañía Cerro Corá, de Acahay, que viven justamente en medio de dicha serranía y todas las noches recorren unos 95 kilómetros hasta la Capital para llenar de plantas medicinales, por unas horas en la madrugada, la vereda de la calle Pettirossi.

Estos proveedores mayoristas desaparecen apenas llegan los primeros albores del amanecer, pero se quedan las vendedoras para completar la cadena comercial y dar vida, todos los días, aunque sin proponerse, a un fenómeno cultural cada vez más extendido, pues el consumo de remedios yuyos involucra por lo menos a medio país, primero en el mate de la mañana y luego a través del tradicional “tereré”.

Esta tradición del “pohã ñana”, declarada como parte de nuestro “patrimonio cultural inmaterial” (como les gusta decir a los especialistas), goza como puede verse de muy buena salud, y está cada vez más fortalecida. Y hay que decir que ha sobrevivido sin ayuda, ha crecido y se ha expandido sola, y no hay dudas de que recibe un homenaje diario de la gente, de aquella que cuida los plantíos y amplía la producción, y tiene el apoyo económico y la devoción de miles de consumidores. Los remedios yuyos no necesitan del Estado ni de autoridades que se embanderen con ellos.

Sin embargo, la Secretaría Nacional de Cultura eligió inaugurar su “Día del Patrimonio” en medio de hojas, raíces, semillas, etc., de “jaguarete ka’a”, kapi’i katî”, “kuratû”, cedrón, “menta’i”, tilo, ajenjo, batatilla, cepacaballo, “tapekue”, ruda, hinojo, “jaguarundi”, “tarope”, “ysypo milhombre” y otros conocidos ejemplares de la larga lista de nuestras plantas medicinales.

Pareciera que la consigna era llevar la atención lo más lejos posible de otros bienes culturales que sí necesitan la atención del Estado y que en algunos casos son víctimas de “enfermizas” políticas de Gobierno, como el patrimonio histórico del ferrocarril de los López, cuyas vías (más de 500 km de rieles) fueron levantadas y vendidas como chatarras junto a restos de vagones en el 2004, y cuya franja de dominio en Ñu Guasu ha sido ocupada hace siete meses por el Ministerio de Obras Públicas y sus contratistas, que de yapa han destruido el trazado histórico del tren, justamente con la anuencia de la Secretaría de Cultura y su Dirección de Patrimonio.

En son de sorna, un entendido en la materia me ha dicho que “por algo perdieron las elecciones” los del Gobierno actual, agregando que por suerte esta gente ya recibió la medicina correspondiente: “voto rapo pire” (“raíz machacada de sufragio” en traducción libre), que sería un fuerte purgante.

Es de esperar, en ese sentido, que el Gobierno que asumirá en agosto próximo corrija los errores cometidos y reivindique el patrimonio verdaderamente en peligro. Algún remedio tiene que haber.

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