¿Elección justa o farsa electoral?

El presidente populista de Bolivia, Evo Morales, ha dicho que quiere ganar su tercer mandato con un arrasador 74 por ciento de los votos en las elecciones del 12 de octubre. Y, a juzgar por lo que me contó su principal rival en una entrevista esta semana, no sería sorprendente que Morales logre su deseo.

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Samuel Doria Medina, un acaudalado hombre de negocios que es el candidato opositor que mejor sale en las encuestas, admite abiertamente que está participando en un proceso electoral fraudulento, en el que todas las reglas y prácticas están dirigidas a ayudar a que Morales gane la elección.

En primer lugar, las elecciones “no tienen un árbitro neutral”, porque el Tribunal Supremo Electoral responde al presidente, me dijo Doria Medina.

En segundo lugar, el Gobierno viene gastando desde hace años millones de dólares de fondos públicos para inundar el país con propaganda favorable a Morales, mientras que ha limitado la propaganda electoral de la oposición a los últimos 27 días antes de la elección.

En tercer lugar, el Gobierno ha prohibido a la oposición comprar spots publicitarios en televisión para defenderse contra los avisos negativos, dice Doria Medina.

“Han sacado hasta 60 pases de un spot negativo contra nosotros, y cuando nosotros hemos querido poner nuestra respuesta, no nos han permitido. El tribunal electoral lo prohibió”, me dijo Doria Medina. “Igualmente, hemos puesto vallas en la vía pública, y han ordenado a la policía sacarlas. El Gobierno tiene el monopolio de las vallas publicitarias”.

Considerando el enorme gasto de publicidad del Gobierno y sus medidas contra la oposición, no es ningún misterio que Morales encabece las encuestas, dice Doria Medina.

Según las últimas encuestas publicadas por el diario El Deber, Morales tiene un 56 por ciento de intención del voto, seguido por Doria Medina con el 17 por ciento y el expresidente Jorge “Tuto” Quiroga con el 6 por ciento.

Si el proceso electoral es fraudulento, ¿por qué participa?, le pregunté a Doria Medina. Me respondió que aunque el proceso electoral ha sido injusto, “el conteo de los votos estará a cargo de ciudadanos elegidos por sorteo”, y que por eso “no habrá fraude el día de las elecciones”.

Agregó que la oposición podría tener un triunfo inesperado, como ocurrió en las elecciones locales del estado amazónico de Beni el año pasado. En esa ocasión, las encuestas preelectorales decían que ganaría el candidato del Gobierno, pero ganó la oposición. “En Bolivia las encuestas a veces tienen un 33 por ciento de margen de error”, dijo Doria Medina.

Cuando le pregunté por las afirmaciones de políticos bolivianos en el exilio, según los cuales Doria Medina y otros candidatos de oposición constituyen una “oposición domesticada” que está ayudando al gobierno de Morales a poder decir que Bolivia es una democracia, Doria Medina respondió: “Es muy fácil hacer ese tipo de aseveraciones desde Miami. Nosotros somos los opositores que nos hemos quedado en el país y que estamos enfrentando al Gobierno boliviano”.

Finalizando la entrevista, le pregunté por qué hay tantos candidatos de oposición y por qué no se unen. Respondió que esta vez hay muchos menos candidatos de oposición que en las elecciones anteriores. “Nuestra fórmula es la única que representa una alianza”, me dijo. El día de las elecciones la gente decidirá no desperdiciar sus votos y apoyará su fórmula, agregó.

Mi opinión: Doria Medina está haciendo lo correcto al participar en lo que evidentemente es un proceso electoral fraudulento, porque sería un error no aprovechar los reducidos espacios para la crítica –especialmente en televisión– que quedan en Bolivia.

La manipulación electoral del Gobierno es mucho mayor que los abusos que mencionó Doria Medina en la entrevista. Por ejemplo, en años recientes Morales ha enviado a varios de sus principales opositores –como el exgobernador de Cochabamba Manfred Reyes Villa– al exilio o a la cárcel.

Es más, la candidatura de Morales para un tercer mandato es en sí misma una pirueta legal: en el 2008 Morales cambió la Constitución para autorizarse un tercer mandato consecutivo –lo que estaba prohibido por la Carta Magna– bajo el dudoso argumento de que su primer mandato no cuenta, porque tuvo lugar antes de que Bolivia fuera “refundada” como el “Estado Plurinacional de Bolivia”. Ya se pueden imaginar quién fue el que “refundó” el país.

Así que el 12 de octubre, cuando Morales sea proclamado ganador de las elecciones por amplia mayoría, y los observadores de la Organización de Estados Americanos digan que el conteo de los votos fue limpio, los partidarios de la democracia de todo el mundo deberían ver todo esto con gran escepticismo. Puede ser –o no– que el conteo de los votos del día de la elección sea limpio, pero el proceso electoral ha sido un chiste.

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