Entre Scioli y Maduro

En una entrevista posterior a las elecciones en Argentina, el candidato del peronismo Daniel Scioli repitió un poco más ordenadamente lo que había dicho la noche en que se supo el resultado provisorio de los comicios, y automáticamente me vi compelido a tener en mente lo expresado por el presidente venezolano Nicolás Maduro sobre su predisposición a no respetar los resultados de las elecciones de hoy en aquel país.

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Scioli contaba con el apoyo directo de la presidenta Cristina de Kirchner, que como se sabe es aliada íntima del régimen chavista de Venezuela, por lo que cabía esperar que la reacción del candidato ante la derrota electoral fuera similar (guardando la distancia) a la de un patotero o dicho más apropiadamente, un piquetero.

Sin embargo, sucedió todo lo contrario, para decepción de los exaltados kirchneristas, que no tenían la mínima intención de un tempranero reconocimiento del triunfo opositor. El candidato peronista –aunque no completamente kirchnerista– aceptó el resultado a pesar de la pequeña diferencia.

Preguntaron a Scioli por qué reconoció el triunfo de Macri antes de lo esperado, teniendo en cuenta el poco margen que favorecía al rival, y la respuesta que sigue a su madura determinación es que antes que nada él es una persona que cree y confía en la democracia y en las instituciones. Además –explicó, con palabras más, palabras menos– “he aprendido en el deporte que uno debe saber ganar con humildad y a perder con grandeza”.

Scioli dijo que se aseguró de que la tendencia del conteo rápido era irreversible para expresar públicamente el reconocimiento de su derrota y el triunfo de Macri. Una cosa es no aceptar las ideas del adversario y otra muy distinta es no reconocer el veredicto popular. “Nosotros, discutíamos con respecto a nuestras visiones del país y las salidas a los distintos problemas, pero llega un momento en que esa discusión entre nosotros termina y debemos escuchar la voz del pueblo. Y el pueblo habló en las urnas”, dijo.

Debo reconocer que escuchar esa entrevista y ver el rostro sin absolutamente nada de rencor ni resentimiento mejoró sustancialmente mi visión del líder peronista que indudablemente tuvo sus deslices dialécticos durante la campaña, pero en el momento decisivo mostró la cordura y madurez propias de un estadista, con lo que gana autoridad para ejercer en adelante un férreo control sobre el candidato triunfador.

En contrapartida, verlo a Maduro en su pose de seudodemócrata digitado por el extinto líder venezolano para ejercer el triste papel que hoy desempeña de interpretar el mensaje de Chávez a través de un pajarito, es sencillamente triste desde el punto de vista democrático y de vigencia de los derechos humanos.

En una entrevista con el canal estatal VTV, dijo que en el escenario “hipotético negado” de que la oposición llegara a ganar en esos comicios, el chavismo “no entregaría la revolución” y pasaría a gobernar con el “pueblo” y en “unión cívico militar”. “Si se diera ese escenario, negado y transmutado, Venezuela entraría en una de las más turbias y conmovedoras etapas de su vida política y nosotros defenderíamos la revolución, no entregaríamos la revolución y la revolución pasaría a una nueva etapa”, advirtió Maduro.

No es mi intención pintar un panorama de la Venezuela actual con sus presos políticos, la falta de libertad de prensa y menos aún referirme a los pretextos esgrimidos por los admiradores locales del chavismo para no escuchar a Lilian Tintori, esposa de Leopoldo López, el prisionero de Maduro.

Sólo quiero poner en contraste el perfil de dos políticos latinoamericanos presionados ambos por el Socialismo del Siglo XXI, con relación al respeto a la voluntad popular. Es la diferencia que existe entre un demócrata y otro que no lo es.

ebritez@abc.com.py

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