Érase una vez, hace 60 años, en el “Comuneros”

Esta es una historia que quiero contar a las nuevas generaciones, para que sepan que hubo un tiempo, en el que el básquetbol paraguayo no solo se codeaba con los mejores del continente –y del mundo– sino que llegó a estar varias veces en lo más alto del podio sudamericano, especialmente. Una historia que, por cierto, ubica a este deporte como el primero que conquistó para nuestro país una corona sudamericana de selecciones, cuando el básquetbol era joven y apenas llevaba unos pocos años de práctica en el país.

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En efecto, recién hacia mediados de la década del 40 se puso en marcha el entusiasmo de las féminas por el básquetbol, y un grupo de chicas, todas de la secundaria, comenzaron a darle a la pelota en la cancha de Olimpia. Y así, en otros clubes, fue prendiendo la comezón basquetbolística. Poco después comenzaron los campeonatos y tras la construcción del “Comuneros”, en 1949, se intensificó la práctica del baloncesto femenino. De tal modo ocurrieron la cosas que en 1952 con no más de seis años de práctica deportiva, se armó la selección que concurriría al Sudamericano de Asunción, bajo la dirección técnica de Carlos Rojas y Rojas, un peruano que ancló por estas playas y se quedó durante muchos años.

El torneo del que hacemos referencia empezó el 14 de abril y concluyó el 28. Tuvo la participación de las selecciones de Argentina, Brasil, Chile, Perú y Bolivia, juntamente con la nuestra y durante dos semanas, el Comuneros albergó todos los partidos del torneo. Para la prensa internacional, la cuestión estaba entre Chile, Argentina y Perú pues eran las mejores selecciones de ese tiempo. A las pruebas me remito: en 1946 se jugó el primer torneo, en Santiago y el campeón fue Chile, segundo Argentina y tercero Brasil. En 1948, en Buenos Aires, se invirtieron los papeles, pero el tercero fue Perú. En el siguiente torneo, en Lima, el podio fue el mismo: Chile, Argentina y Perú, de modo que estas selecciones llegaron como favoritas.

Brasil era una incógnita y explotaría recién a partir el sexto torneo, para adueñarse de la mayoría de los títulos desde 1954 hasta nuestros días. Y a Paraguay nadie lo conocía pues había participado poco y figurado mal. Así las cosas, en silencio y sin intercambios de ninguna naturaleza, comenzamos el torneo, aquel 14 de abril de 1962.

El entrenador, formado en los Estados Unidos, eligió 12 jugadoras. Las cinco primeras nombradas en esta nota fueron casi siempre las titulares: África Battaglia, Sira Escudero, Heidi Von Eckaberg, “Mamacha” López Mena y María Teresa Escobar. Pero había otras, que cuando fueron llamadas a jugar demostraron su gran valía y aportaron su talento para la conquista: Gloria Hellman, Eufrosina Cárdenas, Anselma Cardozo, Haydée Torres, Aída González, Lila Acosta Moreno, e Iris Aranguren.

Debutamos contra Bolivia y llegó el primer triunfo, 24-20. En esa época el juego era muy estático, de posición y de lanzamientos desde fuera de la bomba. Los puntos de cancha valían solamente 2 y los tiros libres podían ser 1 o 2, conforme las decisiones de los árbitros. No había límite de posesión de pelota por lo que retener el juego era muy común, sobre todo cuando faltaba poco y el marcador era exiguo. También se podía renunciar a los tiros libres para seguir manteniendo la pelota. Por tanto, los partidos tenían pocos tantos… Ningún equipo logró llegar a 40 puntos.

La prueba de fuego fue contra Perú, dos veces vicecampeón y sin embargo superamos la prueba ampliamente, con un triunfo, 33-25, con gran partido de África Battaglia.

El público despertó y comenzó a llenar el Comuneros. Eladio Martínez compuso una colorida polca, en la que describía el campeonato y a cada victoria, agregaba una estrofa más al canto. “Okapúma Bolivia, okapúma Perú, okapúma Argentina, ha anga okapúta Chile…” decía con el correr de las fechas.

Después el rival fue Argentina, toda una potencia, pero las paraguayitas ya estaban afiladas. Fue un partido tremendo donde salió a relucir la garra de un equipo que jugaba con alma y vida. Recién en los tres minutos finales se pudo liquidar el pleito, que concluyó 24-21. Pero el camino era cada vez más espinoso. Faltaban Chile y Brasil.

Las chilenas llegaban cargadas de pergaminos, campeonatos y triunfos. Y las nuestras, con humildad, amor propio, fuerza, garra y corazón, más la endiablada velocidad de algunas, consiguieron la hazaña: vencer al poderoso equipo de Chile nada menos que por 32-25.

Y la noche del 28 de abril fue el delirio: en un partido no apto para cardíacos, que Pedrito García solo transmitía la hora y la retención de pelota del equipo paraguayo, llegó la victoria al filo de la medianoche, por 20-19.

¡Paraguay era el campeón! Y Eladio Martínez corrió con su guitarra hasta donde estaban las jugadoras festejando y le ofrendó el final de su polca, porque “Brasil okapúma avei”.

pitotroche@yahoo.com

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