Errores que pueden costar perder el poder

Si, números más números menos, se confirma en las internas de diciembre el panorama que pintan ahora las encuestas hechas públicas, con el candidato oficialista relegado a un cómodo segundo lugar, sería la continuidad de una debacle que comenzó a perfilarse desde el año pasado.

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El equipo cartista reaccionó rápidamente al fracaso de la reelección vía enmienda constitucional con la novedad de la candidatura del joven ministro de Hacienda Santiago Peña. Pero el efecto sorpresa se fue disipando con velocidad y el panorama ahora ya no es el que se esperaba.

El oficialismo parece haber subestimado el desgaste de su gestión y confió demasiado en la defensa y propaganda que podía difundir desde los medios de comunicación pertenecientes a la familia del presidente.

La reculada de Horacio Cartes en su intento de reelección, en abril último, despojó al mandatario del halo de imbatibilidad que pretendía conservar hasta el final y lo obligó a delegar la candidatura a presidente para el 2018 en un “X” que, a medida que pasan los días, queda cada vez más expuesto como lo que pretenden que sea: un simple instrumento de quienes realmente manejarán, en el próximo periodo, los hilos del poder, si es que gana.

La imagen de jefe que decide, ordena y consigue se deterioró más para Cartes con el fiasco de su frustrado candidato a gobernador del departamento Central que, luego de aceptar postularse, con “prima” y sueldo arreglado, abandonó su intención, acosado por cuestiones de índole familiar.

El efecto de estos yerros políticos hizo que, poco a poco, quienes de un lado y otro del poder creían que el poder arrollador del dinero todo lo conseguía, comenzaran a dudar.

El oficialismo, en el mejor de los escenarios electorales, podría aspirar a una derrota “digna”. Una victoria ajustada será casi un resultado heroico, dadas las condiciones en la que lo colocaron sus decisiones y por las cifras que surgen de las encuestas.

Pero la eventualidad de que el candidato oficialista a la presidencia pierda la elección interna no solo es una mala noticia para el equipo presidencial sino que también cae mal en filas de la oposición que basa buena parte de su estrategia electoral en el anticartismo.

Si la disidencia colorada triunfa en diciembre, quedará con el rédito político de haber tumbado al señalado como “culpable de todos los males” y dejará sin un discurso clave a los opositores.

La pregunta es qué estaría dispuesto a hacer Cartes si se confirma esa derrota en la interna del partido. 

Su condición de candidato a senador número uno de su lista lo mantendrá seguramente en la ANR. Pero se verá obligado a realizar concesiones y a tejer alianzas políticas, inclusive más allá de ese partido, que le aseguren poder asumir su cargo en 2018.

No hay nada que ahuyente más a los “amigos” ganados por interés que el hecho de perder el poder. Más datos, con Nicanor Duarte Frutos.

Si se produce un cambio de mando en la ANR con las elecciones del 17 de diciembre, obligará a los dirigentes de ambos sectores, cartistas y anticartistas, a emprender una complicada reingeniería política en el marco de una administración que se retirará con la imagen de la derrota, más allá de los logros que pueda exhibir en sus estadísticas.

Un fracaso en la negociación de este traspaso del poder en el oficialismo o inclusive un arreglo mal hecho puede costarle caro.

Sobre todo, puede abrirle a la oposición posibilidades insospechadas de ganar nuevamente el mando del Ejecutivo, siempre y cuando resuelva previamente sus interminables disputas actuales, cuestión que parece complicada aunque, tal vez, no del todo imposible, si la perspectiva es capturar el poder.

mcaceres@abc.com.py

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