¿Es esa la izquierda que nos proponen?

Me sorprende y me escandaliza que aún haya gente dispuesta a defender la dictadura de Nicolás Maduro. Ya lo había dicho, al paso, en un artículo anterior, pero conviene repetirlo: un gobierno autoritario es un gobierno autoritario y solamente pueden apoyarlo quienes no tienen convicciones democráticas y están dispuestos a vitorear a cualquier autócrata, por asesino que sea, con tal de que tenga un discurso ideológico de su gusto.

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Más allá de que, en medio de una desesperante crisis de desabastecimiento, la salvajada criminal de rechazar medicinas y alimentos sea imposible de justificar desde cualquier racionalidad que no esté obnubilada por una ceguera ideológica rayana en la necedad, ya era risible considerar progresista a un señor que afirmaba que hablaba con un muerto a través de un “pajarico chiquitico”. Una cosa es soportar a un tonto disparatero y otra muy distinta justificar a un criminal.

Lo cierto es que varios referentes de nuestra izquierda continúan defendiendo terca y sistemáticamente el régimen (autodenominado “bolivariano”, sea lo que fuere que el difunto Chaves quiso decir con ese disparatado calificativo) de Nicolás Maduro, lo que da una idea de la clase de gobierno que les gustaría llevar adelante en el Paraguay en el caso, por suerte actualmente improbable, de que llegaran al poder.

Conviene aclarar que muchos gobernantes de izquierda han contado con mi respeto y despertado mi admiración: Felipe González, Nelson Mandela o Fernando Henrique Cardoso, por poner solo algunos ejemplos muy conocidos.

Inclusive también puedo entender que Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva tenga muchos votantes y admiradores, a pesar de sus problemas por corrupción con la justicia brasileña, porque redujo drásticamente la pobreza e hizo crecer significativamente la clase media.

Con el mismo razonamiento, pero a la inversa: ¿Cómo pueden aún defender nuestros izquierdistas a un gobernante que destruyó la clase media, incrementó exponencialmente la pobreza, provocó un absoluto desabastecimiento de alimentos y hasta de los medicamentos más básicos y, en suma, literalmente destruyó el país?

Dije antes que los dictadores tienen “un discurso ideológico”, porque los autoritarismos no tienen otra ideología que el poder absoluto a cualquier precio, apenas usan el palabrerío demagógico que les resulta más conveniente.

Tampoco existen dictaduras prósperas, porque la prosperidad crea amplios sectores sociales que exigen participación y no exclusión. La prosperidad y el autoritarismo son incompatibles y, por regla general, los dictadores lo saben o, los de menos cerebro como Maduro, al menos lo intuyen y actúan en consecuencia.

Ni siquiera grandes potencias políticas y económicas como la Rusia soviética o China continental escapan a esa lógica: para mantener el control absoluto del poder, aún si el país es rico, próspero y poderoso, la población ha de vivir mayoritariamente al filo de la miseria o comenzará a exigir libertades y participación en las decisiones, en cuanto comer todos los días lo suficiente para sobrevivir deje de ser la principal preocupación para amplios sectores de la población.

Pero, a fin de cuentas, volviendo al principio de este artículo, lo que tiene que aclararnos a los ciudadanos nuestra izquierda, empezando por el Frente Guasu, es qué clase de gobierno proponen, qué clase de modelo de país promueven. Hasta el momento pareciera que defienden el régimen venezolano, porque es lo que aspiran a instalar en el Paraguay.

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