Humanos digitales

Cuando oímos hablar de las tecnologías de la información y de la comunicación, de las computadoras, los celulares, los iPads, las tabletas, etc., y su uso para la educación, lo más frecuente es escuchar que se los consideran como herramientas.

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Creo que estamos a tiempo para mejorar nuestra manera de concebir de otra manera, de ponerle palabras, es decir, conceptos a estas nuevas realidades, que estén más de acuerdo con lo que verdaderamente son, para evitar desorientaciones, que aparentemente podrían ser intrascendentes, pero que cultural, filosófica y pedagógicamente son de suma importancia.

Toda herramienta es un instrumento que facilita la aplicación de energía en una acción mecánica para reforzar alguna destreza humana física. La tecnología digital es mucho más que una herramienta, es un recurso polifacético que genera potencialidades en el ser humano, incluso mentales, además de destrezas que posibilitan la comunicación y el acceso a la información, su selección, clasificación y archivo para su uso inmediato y remoto.

Con la tecnología digital entramos en otra galaxia antropológica y cultural, por eso hay quien habla del “homo sapiens digital”.

Además de vivir en el entorno de la naturaleza y el entorno sociocultural, nos movemos en el entorno virtual, un entorno donde encontramos de todo, pero con una diferencia a lo que nos envuelve en los otros entornos, y es que este entorno todavía ni siquiera tiene definidas las reglas de juego jurídicas, sociales, incluso éticas.

El ser humano digital supera la capacidad cognitiva natural, primero porque multiplica las sensaciones: ahí podemos percibir con nuestros sentidos cosas que son demasiado pequeñas, demasiado grandes, demasiado rápidas, demasiado abstractas, demasiado peligrosas o demasiado lejanas.

Al mismo tiempo, en segundo lugar, ampliamos nuestra capacidad de asumir múltiples perspectivas para ver las cosas desde más de un punto de vista. (Marc Prensky, 2012, 101).

Al multiplicar el número de las sensaciones, al posibilitar las sensaciones inabarcables directamente por nuestros ojos, al darnos la calidad de imagen y detalle que nuestra vista no puede por sí sola construir, queda superpotenciada la riqueza de nuestras percepciones y estimulada extraordinariamente nuestra afectividad. Todo ello provoca en nosotros una representación mental totalmente inesperada, que a su vez desencadena todo el proceso fecundo de la conceptualización sorprendente, el juicio admirativo y abierto, para introducirnos en las puertas de una reflexión novísima que nos conduce al conocimiento mucho más profundo. Tan profundo, que puede desencadenar cuestionamientos provocativos que induzcan a múltiples preguntas en busca de un saber estimulante.

Concomitante con ese proceso se desarrolla la memoria, ofreciendo la disponibilidad de una infinita memoria externa fácilmente accesible, totalmente disponible. Jamás los humanos habíamos sospechado que tendríamos a nuestro alcance la información, los conocimientos, las opiniones, las investigaciones de todas las ramas del saber, en sus versiones del pasado, y en la vigencia de la actualidad más palpitante. Jamás pudimos imaginar que tendríamos simultáneamente acceso, desde nuestras casas a las bibliotecas y archivos más importantes de todo el mundo.

Los neurólogos empiezan a darnos datos impresionantes sobre las reacciones de nuestros cerebros ante el uso cotidiano de las tecnologías digitales. La plasticidad o capacidad de cambio y adaptación del cerebro humano se confirma espectacularmente en las investigaciones que se vienen haciendo con los usuarios nativos de estas tecnologías. Los movimientos de nuestras neuronas ante los estímulos de estas tecnologías con sus diversos tipos de servicios y programas empiezan a revelar aspectos y potencialidades de nuestro cerebro que se desconocían.

Poco a poco, imperceptiblemente, se empieza a generar una nueva antropología, un nuevo modo de ser humano, un humano digital dotado de potencialidades y capacidades muy diferentes a las que hasta ahora hemos tenido los seres humanos. Las diferencias generacionales se acrecientan ahora con este nuevo factor desencadenante. Los niños, adolescentes y jóvenes usuarios frecuentes de las tecnologías digitales no solo tienen aficiones distintas, gustos diversos, intereses y modos de relacionarse diferentes, ellos mismos son diferentes, porque ellos son humanos digitales.

Es evidente que la filosofía de la educación, los fines y objetivos y consecuentemente los currículos, programas y didácticas de todos los niveles del sistema educativo, incluida la educación superior, necesitan un replanteamiento de fondo. No podemos hacer cambios que sean para hacer más de lo mismo.

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