Inmigrantes

- Chipa, chipa.  El tono familiar y el producto ofrecido me obligaron a parar pese a que iba con retraso. El escenario, una de las tantas esquinas de Buenos Aires en las que ya es habitual encontrar la oferta de nuestro alimento típico. 

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Quien las ofrece en esta esquina se llama Rubén, es de Caaguazú y me cuenta que hace treinta años vive aquí. 

Rubén es uno de los cientos de miles de paraguayos que encontró en esta tierra vecina una oportunidad para seguir viviendo. 

Miles llegaron aquí hace décadas por motivos políticos, muchos miles más por motivos económicos. Unos fueron estirando a otros y la colectividad se constituyó en el grupo extranjero más importante en Argentina. 

Extranjero es un decir. En esta altura la chipa caliente ofrecida y degustada en las esquinas porteñas es un documento de la transculturación, ya que, según Rubén, sus principales clientes son argentinos. 

La breve charla nos lleva por el campo del fútbol y la añoranza por su tierra, antes de que entrara a preguntarle sobre la discriminación. 

–Claro que hay gente que discrimina, pero por ignorante– me dice, agregando que son muchísimas más las personas amables, solidarias y receptivas. 

Rubén se queda en su esquina, y yo continúo la marcha, pensando en la cantidad de veces que discriminamos al otro por los prejuicios, por el solo hecho de percibirlos diferentes. Por ignorancia, como diría mi interlocutor. 

Una paradoja en un país como el nuestro, construido sobre la base de las migraciones, de colectividades que aportaron mucho para que hoy seamos quienes somos. 

Allí tenemos a los italianos, españoles, ucranianos, alemanes y japoneses. Allí están por ejemplo los colonos menonitas, que habiendo llegado desde distintos países del norte hoy siguen ayudando a construir el país, con su ejemplo de trabajo y organización. 

Pienso especialmente en ellos en este momento, cuando tres están secuestrados, y parecemos habernos dolorosamente resignados a no exigir al gobierno que siga trabajando para conseguir que Abrahán, Franz y Bernhard vuelvan a ver a sus familias, al igual que Edelio y don Félix. 

El viernes hablamos en la 730AM con Aaròn Neustaeter, uno de los cuñados de Abrahán Fehr. Sus 5 hijos son paraguayos, hace 42 años que está viviendo en el país y ante la pregunta de si llegaron a pensar en irse del país, él respondió que no piensan hacerlo porque el nuestro, es un país muy querido. “Solo queremos paz”, dijo el hombre, al hablar de la marcha que están organizando para el martes para pedir la libertad de los cinco secuestrados. 

Una marcha que debe sacudirnos de la modorra, para volver a recordar a estos cinco seres humanos.

guille@abc.com.py

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