IPS, un seguro muy inseguro

A raíz de dos hechos puntuales, el paro de los anestesistas, que paralizó el área de cirugía y la propuesta de las autoridades del ente de aumentar la edad jubilatoria, se ha hablado mucho en las últimas semanas del Instituto de Previsión Social.

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Por supuesto que es un serio inconveniente y un perjuicio importante para los asegurados que se suspendan y reprogramen cientos de cirugías por día, como ha ocasionado la medida de fuerza de los anestesistas; pero en realidad todos sabemos que el problema de fondo es mucho más grave que este tipo de conflictos coyunturales.

En realidad, IPS cobra (y cobra obligatoriamente) por unas prestaciones que en la práctica sus asegurados no reciben o reciben parcialmente o deben esperar meses para obtenerlas. Faltan los medicamentos, faltan los insumos de cirugía, para cualquier consulta especializada o para realizarse estudios complejos los asegurados deben esperar meses. No hay suficientes camas y muchos enfermos están en camillas precariamente instaladas en los pasillos.

IPS intenta justificar su incapacidad de cumplir con los asegurados en un hecho real: que existen muchas empresas, tanto públicas como privadas, que no le pagan. Sin embargo, esos impagos no son una excusa válida, sino por el contrario: no poder cobrarle a los morosos, aunque sea judicialmente, forma parte de su ineficiencia.

La diferencia del malfuncionamiento de IPS con otros abusos y servicios de mala calidad que padecemos los paraguayos es evidente: En IPS no solo está en juego el bienestar de las personas, sino también la salud y eventualmente la vida de los asegurados, que pagaron durante todos sus años de trabajo, a través de un descuento compulsivo a sus modestos sueldos más un aporte de las empresas donde trabajaron, por unas medicinas, unas cirugías, unos estudios, unos insumos y unas camas que a la hora de la necesidad no existen o son tan escasos que nunca están disponibles a tiempo.

Dicho de otra manera: las deficiencias de IPS son, además de un abuso escandaloso, un crimen contra la salud y la vida de los asegurados. Un crimen del que todos los paraguayos somos conscientes, porque quienes tenemos la suerte de no ser sus víctimas, somos al menos sus testigos.

¿Quién no tiene un pariente cercano o un amigo querido penando en los pasillos físicos o peregrinando por las ventanillas burocráticos de IPS? ¿Quién no ha tenido que correr a la farmacia más cercana para conseguir este insumo o aquel medicamento?

La cobertura de salud a la que tiene acceso el ciudadano paraguayo promedio, es territorio de desastre y (como vengo diciendo también, la educación) no lo es por falta de recursos, sino por el desinterés, la falta de consciencia de las autoridades; por la negligencia, la incapacidad y la corrupción con que se administran esos recursos.

Por desgracia los enfermos y sus familiares y amigos no pueden tomar los hospitales, como los estudiantes tomaron las escuelas, para hacerse escuchar; porque para tomar esa clase de medidas de fuerza hay que tener una decisión y un empuje que exige estar saludable.

rolandoniella@gmail.com

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