Cargando...
Escuché durante el proceso de transmisión de mando la frase cliché: “solo con justicia habrá paz”. Lo escuché al nuevo presidente, a varios gobernadores y hasta a escrachadores, pero los administradores de justicia nunca se dan por aludidos cuando quienes lo dicen son políticos.
Al parecer, existe coincidencia en reconocer que para una coexistencia pacífica en la sociedad y para el resguardo eficiente de los recursos y bienes públicos, es inevitable el funcionamiento de una administración de justicia independiente. Sin embargo, sucede que quienes reconocen este hecho y reclaman cínicamente una acción valiente de la justicia son precisamente quienes gustan de tener sometida a sus caprichos a la cúpula judicial.
Quienes fueron designados para administrar justicia no se sienten presionados por las críticas respecto a la pobre gestión al frente de las instituciones, porque saben que fueron seleccionados justamente para fallar en favor de determinados intereses, de determinadas personas o de grupos políticos dominantes. Mientras sus padrinos se turnan en la jefatura hegemónica, ellos permanecen inamovibles, siempre y cuando entiendan que deben ser funcionales al sistema, cualquiera sea el que da la orden desde arriba.
Para que haya paz en nuestro país, es necesario procesar y encarcelar a todos los delincuentes del EPP y de sus organismos dependientes. Es necesario reparar los daños colaterales que causaron y causan los procedimientos de intervención pública en contra de particulares. Es necesario procesar y detener a todos los distribuidores de drogas, cultivadores, traficantes y protectores, sean pequeños o grandes, débiles o poderosos. También detener y mantenerlos en la cárcel, no liberarlos periódicamente para cometer nuevos delitos, a los delincuentes comunes, urbanos y rurales.
Pero la tarea verdaderamente difícil será la de investigar, procesar y encarcelar a los funcionarios y políticos corruptos, porque este capítulo de la administración de justicia se proyecta al sistema político, que ya es incompleto si no se le agrega el calificativo de corrupto: sistema político corrupto, que necesita de la impunidad para sobrevivir.
En este capítulo ya no estamos hablando de policías normales, de policías especiales, de militares ni de fiscales; estamos hablando de jueces que, además de las atribuciones y potestades normales de administrar justicia, necesitan del componente coraje para desafiar al sistema, de enfrentarse a sus padrinos, de romper con el bloque que “confió” en su lealtad, y que además estén dispuestos a perder amistades y parentescos para poder cumplir con su misión. No importa que sea amigo del presidente. Importa que ambos sean probos, íntegros y respetuosos de la ley.
Mientras la elite política siga instalando jueces leales solo a personas en los tribunales y en la Corte Suprema será inútil que el procedimiento policial, militar o fiscal sea eficiente y útil a la justicia.
La frase: “Yo no quiero jueces amigos” es una clara apuesta a la independencia del Poder Judicial, pero veremos si Marito lo dijo solo por complacer al ansioso auditorio o lo dijo como un anuncio de romper con el esquema tradicional de ignorar la participación de la justicia en la construcción de la democracia y comenzar un gobierno republicano de tres poderes plenos, en un Estado de derecho.
ebritez@abc.com.py