La confianza y sus lesionados

A los asquerosos robos existentes en el Paraguay le llaman “desvío de fondos” y ocurre cuando la gente se dirige hacia la riqueza malnacida al desfondar las arcas de las instituciones estatales. No se conoce una institución oficial que no haya recibido el manotazo de la perrada que sigue usando guantes blancos para carbonizar todos los presupuestos que deben ir al pueblo. Y se sabe que el “desvío” se hace para la compra de alguna estancia y recorrer sus “fondos” en camionetas 4 x 4.

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También se habla de la “lesión de confianza”, que es el exceso de confianza que tienen las sinvergüenzas autoridades de turno para que sus mandatos terminen en la joda o en un insignificante castigo “bajo fianza”. Cualquier ciudadano con un cargo se adueña de los royalties, del Fonacide y del dinero ajeno que se le cruza enfrente. Muchos gobernadores, ministros, intendentes, senadores, diputados y directores de entes oficiales son los que causan más lesiones que los zagueros Sergio Rojas, Aníbal Pérez y Ricardo Tabarelli cuando jugaban al fútbol en Guaraní, Cerro Porteño y Libertad, respectivamente.

Y hablando de lesiones, hace cientos de años que en este país los indígenas y las instituciones encargadas en cuidarlos nada hacen. Cuando se habla del combate a la pobreza de las familias campesinas, nunca se deja de incluir a los indígenas. El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG) recibió del Banco Mundial US$ 100 millones para entregar como subsidio a productores rurales e indígenas en este 2015 y, de este monto, 60 millones irán a parar en manos de 31.500 familias.

El nombre de los indígenas siempre entra mixturado con la pobreza de la masa campesina. Hay tanta plata como nativos pobres en este país y se sabe que al regalar dinero al campesino empeora su pobreza y la plata a los indígenas, como el espejito, solo refleja la imagen equivalente a la joda, al asistencialismo populista, al gasto inútil y a la pérdida de tiempo. El campesino espera y se ríe de este “ayudo” y muchos indígenas venden o alquilan las tierras que alguna vez fueron de ellos.

Bolivia tiene un poco más de 10 millones de habitantes y casi el 65% tiene sangre indígena, pero esta población va a la escuela, colegios y universidades. Hasta su Presidente proviene de una etnia. ¿Por qué no hacer con ellos lo que hacen los bolivianos o los Aché de Puerto Barra del Alto Paraná o los de Aba’i en Caazapá? Enseñarles a producir rubros agropecuarios para que, con los dólares destinados, los casi 100.000 indígenas infelices del Paraguay vuelvan a vivir dignamente en este país “más feliz del mundo”. Este Chris Gardner debe ser guaireño, ya que vino al país más feliz del mundo a entregar felicidad.

Los indígenas tienen todo el derecho a la vida y a un buen pasar mezclados con el ecosistema, pero ese hábitat ya casi no existe para que la naturaleza del entorno, del canto, de la flecha, del baile, de la cultura y de sus tradiciones e identidad siga tan intacta.

El MAG, el Indi y las muchas corruptas ONG deben saber qué hacer con ese dinero y no solo dedicarse a fabricar lesionados de confianza. El ubicar a los indígenas en alguna inmensa selva deforestada, sin peces, sin salud, sin agua, sin educación, sin teyú ni otros animales y frutas silvestres ya no sirve.

Le doy al MAG una ligera pista de lo que puede hacer con ese dinero y los indígenas: enseñarles a cultivar, usar abonos verdes, labranza y deforestación cero, producir flores, miel de abeja, mbokaja, especies forestales, plantas medicinales, yerba mate, rubros de consumo, cambiar la cola de zapatero por la lata de semillas hortícolas, tener gallinas, cabras, muchos chanchos y menos hijos.

El Paraguay está lleno de indígenas lesionados y de autoridades confianzudas.

caio.scavone@abc.com.py

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