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Aunque no se haga campaña mediática como para otro tipo de accidentes, los caseros pueden complicarse incluso hasta provocar la muerte. La prevención no es “darse maña” para tal instalación o escalera en mal estado, sino encargarnos personalmente de que funcione perfectamente. En las charlas cotidianas es bueno recordar las “zonas rojas” de nuestra casa o comunicar qué cosas no andan. La falta de comunicación entre los miembros es desgraciadamente lo más común, el desencuentro de horarios o el estar física pero no mentalmente ayudan al desconocimiento.
Otra de las inseguridades más comunes es no cerciorarse de que las puertas y portones que dan al exterior estén cerrados con llave. Tener extintores, mangueras y teléfonos de urgencia en un lugar visible.
En nuestro país tenemos todavía la incultura del “así nomás”, “si te va a pasar, nadie ni nada va a impedir”, y otras frases cómodas y fatalistas que no colaboran un ápice para mejorar el punto que aquí nos interesa.
No olvidemos que accidentes por desperfectos en la casa son urgencias que también ocasionan gasto del dinero público por algo que, sin dudas, se puede controlar en gran escala con buena voluntad. Entonces, lo bueno es que tiene solución si cambia nuestro desgano, indiferencia y tacañería, porque una cosa es el verdadero “no me alcanza la plata” y otra, más grave, el “no me importa”.
Repito: tiene que existir comunicación efectiva entre los miembros de la familia. Por lo general, la mamá es la que conoce el hogar al dedillo y los niños son excelentes observadores. Escuchémoslos.
Pizarras, agendas, cartelitos, todo sirve para recordar lo que debemos solucionar en la casa. A esto sumémosle saber pedir con amabilidad y querer saber hacer. Cultura de la prevención, nuestro eterno faltante.
lperalta@abc.com.py