La cultura que nos falta

En nuestra realidad económica, para millones el sueño de la casa propia comienza con una piecita y un baño en un terreno. Más tarde esa casa, casi siempre sin aprobación municipal, va agrandándose de acuerdo a las necesidades. Así vamos sumando ladrillos, hasta construir una casa funcional pero también con varias falencias a futuro. Tal como ocurre con las calles y edificios públicos, en una gran cantidad de construcciones privadas los techos caen, los pisos se levantan, las conexiones eléctricas y de gas son precarias, etc. Tenemos que pensar no solo en cuánto tenemos sino también en cómo somos para organizar cómo vivir. Hasta el mínimo recaudo forma parte de la seguridad, sobre todo cuando hay niños, ancianos y enfermos. Muchas veces la casa está llena de trampas mortales y no debemos fiarnos solamente de nuestros cinco sentidos para sortearlas, sino pensar en los demás habitantes. Muchos no tienen noción del riesgo ni del peligro. Hay una lista de detalles que debemos controlar para evitar los percances y accidentes. Algunas son: los pisos resbalosos, las escaleras sin baranda, los balcones sin resguardo, artefactos de uso permanente remendados (heladera y cocinas), tomas y cables sueltos, dejar en cualquier lado productos químicos, medicamentos, herramientas y utensilios de cocina filosos. Con observación podremos ver las cosas potencialmente dañinas en la casa.

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Aunque no se haga campaña mediática como para otro tipo de accidentes, los caseros pueden complicarse incluso hasta provocar la muerte. La prevención no es “darse maña” para tal instalación o escalera en mal estado, sino encargarnos personalmente de que funcione perfectamente. En las charlas cotidianas es bueno recordar las “zonas rojas” de nuestra casa o comunicar qué cosas no andan. La falta de comunicación entre los miembros es desgraciadamente lo más común, el desencuentro de horarios o el estar física pero no mentalmente ayudan al desconocimiento.

Otra de las inseguridades más comunes es no cerciorarse de que las puertas y portones que dan al exterior estén cerrados con llave. Tener extintores, mangueras y teléfonos de urgencia en un lugar visible.

En nuestro país tenemos todavía la incultura del “así nomás”, “si te va a pasar, nadie ni nada va a impedir”, y otras frases cómodas y fatalistas que no colaboran un ápice para mejorar el punto que aquí nos interesa.

No olvidemos que accidentes por desperfectos en la casa son urgencias que también ocasionan gasto del dinero público por algo que, sin dudas, se puede controlar en gran escala con buena voluntad. Entonces, lo bueno es que tiene solución si cambia nuestro desgano, indiferencia y tacañería, porque una cosa es el verdadero “no me alcanza la plata” y otra, más grave, el “no me importa”.

Repito: tiene que existir comunicación efectiva entre los miembros de la familia. Por lo general, la mamá es la que conoce el hogar al dedillo y los niños son excelentes observadores. Escuchémoslos.

Pizarras, agendas, cartelitos, todo sirve para recordar lo que debemos solucionar en la casa. A esto sumémosle saber pedir con amabilidad y querer saber hacer. Cultura de la prevención, nuestro eterno faltante.

lperalta@abc.com.py

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