La democracia “traída”

Cada tanto escuchamos decir que en 1989 un grupo de militares “trajeron” la democracia al Paraguay. Es más, varias veces escuché a un ya desaparecido personajete político jactarse de que él, personalmente, había traído la democracia, cual si la concibiera como un objeto transportable de un lugar a otro o manipulable de acuerdo a su conveniencia e intereses.

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Esta clase de declaración no es ingenua y busca desviar la atención. Varios supuestos héroes que dijeron haber arriesgado su pellejo para “traer” la democracia eran los mismos que ayudaron a legitimarla y sostenerla durante décadas. Hasta que el dictador ya no les servía a ellos ni a los nuevos tiempos que se venían. Se intenta también dejar en el olvido a quienes, durante años, verdaderamente pusieron en juego su seguridad y la de sus familias para que en el Paraguay pensar, expresarse, participar y trabajar no fueran un privilegio al alcance solamente de quienes pertenecían a un bando de un solo partido.

Pertenezco a una generación que nació y creció durante la dictadura stronista. Escuché en su momento todos los “clichés” que propalaban los medios oficiales procurando y, en algunos casos, logrando, lavar y planchar el cerebro de algunas personas ingenuas y de otras muy bien dispuestas.

Resulta difícil explicar ahora a quienes no lo padecieron lo que significó aquel sistema autoritario. Todavía se escucha a algunos decir que vivían mejor, más tranquilos y que Stroessner hizo muchas obras. Hay quienes dicen que la dictadura tuvo luces y sombras, como si fuera cualquier otro gobierno, pretendiendo hacer olvidar que ese régimen mató, hizo desaparecer, exilió y mantuvo en el atraso a varias generaciones de paraguayos y paraguayas.

Vivían mejor y más “tranquilos” quienes aceptaban mansamente cualquier atropello y escuchaban sin reaccionar cualquier cosa que los esbirros del régimen decían para justificar lo injustificable.

Las obras de infraestructura que se hicieron se financiaron sobre todo con el dinero de los préstamos internacionales para la construcción de Itaipú y Yacyretá que convirtieron en multimillonarios a los elegidos del régimen. Los frutos de aquella corrupción inaudita los seguimos y seguiremos pagando varias generaciones de paraguayos. Los que robaron se pasean sin temor, hasta ahora, de que la justicia corrompida pueda tocarles.

La democracia “traída”, ciertamente, no instaló la felicidad en el Paraguay. Apenas dio la oportunidad a los paraguayos de elegir por sí mismos, de equivocarse, de protestar, de manifestarse. Aún persiste el riesgo de ir preso, ser perseguido o imputado por la fiscalía para procurar desmovilizar a quienes siguen de pie luchando por un Paraguay más justo y solidario.

En 1989 hubo un golpe de Estado contra una dictadura que fue hecho por personas con diversos intereses. La democracia no fue “traída”. La deberemos seguir construyendo todos, en una tarea en la que tendremos ser tolerantes y persistentes.

mcaceres@abc.com.py

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