La Gran Paradoja

En el siglo XIX un astrónomo se planteó la Gran Paradoja al preguntarse: ¿por qué hay luz de día y por qué es oscuro de noche? con lo que revolucionó todo el concepto de astronomía y le abrió la modernidad a esta ciencia. Hoy debemos plantearnos otra paradoja, la grande, la correspondiente al siglo XXI que sea capaz de abrirnos las puertas a una nueva modernidad y preguntarnos por qué han perdido contenido las grandes ideologías, por qué se han vaciado de significado los partidos políticos tradicionales, por qué han desaparecido las diferencias entre la izquierda y la derecha, por qué aquellos puntos que se mostraban como antagónicos entre ambas posiciones hoy han perdido toda relevancia produciéndonos un vacío que nos llena de incertidumbre respecto, no ya al futuro, sino al mismo presente.

Cargando...

La primera y única respuesta que se me ocurre a todas estas preguntas es: la corrupción. La corrupción ha pasado su gigantesco rasero sobre nuestras cabezas haciéndonos a todos iguales como no lo lograron las guerras, las cruentas revoluciones, las maquiavélicas conspiraciones, los asesinatos mal encubiertos. Los sueños más fantásticos de Marx, cribados por Lenin y recogidos por Mao, de convertirnos a todos los seres humanos en una masa informe y compacta no lograron cuajar con la eficacia demostrada por la corrupción a la que asistimos impotentes, desde los más altos niveles hasta los más bajos círculos de ciudadanos.

Este fenómeno se ha instalado entre nosotros con una fuerza tal que los ciudadanos de a pie nos hemos quedado sin discurso. No nos quedan argumentos a los cuales recurrir para levantar aunque más no sea una tímida resistencia a la marea de desorden, delincuencia pura y dura, corrupción, desborde de atribuciones, excesos de poder con los que tropezamos todos los días a cada rato.

En los años de la dictadura, frente a los abusos de toda índole cometidos por la clase gobernante y el sector (quiero creer que existe algo más que este sector) del Partido Colorado que se había comprometido con un gobierno ilegítimo y brutal, el principal partido de la oposición, el Partido Liberal, se mostraba como el seguro salvador del país a través de políticos inteligentes, honestos y respetuosos de los valores culturales. Derrocada la dictadura y ante la gran oportunidad de demostrar que aquella oferta era cierta, el partido se desabarrancó para terminar enfangándose en el mismo lodo que habían amasado sus oponentes políticos: la misma falta de transparencia, los mimos tejes y manejes, la misma corrupción y, sobre todo, la misma ignorancia levantada como bandera triunfante por sus más significativos representantes. Lo bien visto y lo más usado: ufanarse de la propia ignorancia, como si ella fuera un mérito habilitante.

La mal llamada izquierda, encabezada por Fernando Lugo a quien, según me dijo una persona que pudo conversar con Fidel Castro durante tres horas, lo calificó como “Un gran ignorante. ¡Pobre Paraguay!” (no tengo pruebas de ello y por lo tanto lo digo bajo el beneficio de la duda), va pisando los mismos senderos, sosteniendo principios arcaicos, defendiendo ideas perimidas, proponiendo fórmulas que no tuvieron éxito en ninguna parte del mundo en que fueron llevadas a la práctica, sosteniendo un discurso armado a base de frases hechas, muchas veces violento.

Hemos desembocado así a un callejón que por el momento carece de salida. Que esta misma crisis están viviendo los partidos tanto de izquierda como de derecha de otras zonas del mundo, no son, de ninguna manera, el pretexto necesario para dejar de preocuparnos, cobijándonos en la tranquilizadora frase de: “En todas partes sucede lo mismo”. Si bien las consecuencias de dicha crisis son las mismas aquí que allá, debería urgirnos encontrar la respuesta adecuada que nos ayude a salir del marasmo. Los problemas que nos plantean la pobreza, la desigualdad entre ricos y pobres, las carencias del sistema de salud pública, las deficiencias graves en la educación, el trabajo marginal que termina convirtiéndose en trabajo ilegal y tantos otros problemas, necesitan una respuesta y soluciones eficientes, no un mero parche para mejorar las estadísticas con las que engañar a los organismos internacionales y engañarnos a nosotros mismos. Estas preguntas y estas respuestas tienen que ver con el futuro de nuestros hijos, pero antes comienzan con nosotros mismos que no podemos seguir esperando mientras el mundo se resquebraja bajo nuestros pies.

Enlance copiado
Content ...
Cargando ...