La memoria ultrajada

Esta semana se cumplieron varios sesquicentenarios en la vida asunceña. Sobre todo memoran acontecimientos muy tristes y traumáticos para la Madre de Ciudades y toda la República. 

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Uno de ellos fue la evacuación de Asunción y el traslado de la Capital a Luque el 22 de febrero de 1868 durante la Guerra contra la Triple Alianza. No fue una fiesta. 

La historiadora Margarita Durán Estragó reprodujo en sus redes sociales el relato de uno de los evacuados: “Enterada la población, toda la noche de aquel 22 de febrero la pasó en una intensa actividad recogiendo algo de ropa y utensilios indispensables y fáciles de llevar en el camino a emprender. Por las calles de la ciudad se veían a grupos de mujeres y criaturas de todas las condiciones sociales, con sus atados, dirigiéndose hacia las afueras, camino a Luque. En muchos de esos grupos llamaban la atención, ya un octogenario u octogenaria, ya un tullido, ya en fin, una enferma conducida por sus hijos, sobrinos, menores de edad, en carritos de mano, camillas o hamacas colgados de un palo, cuyos extremos descansaban sobre los hombros. No faltaron tampoco ancianos, enfermas medio paralíticas, ciegos que iban caminando sin más apoyo que un bastón o guiados por un lazarillo (...)”. Tan solo un ejemplo del inimaginable horror de la guerra que azotó a Asunción. 

Para que el hecho quedara grabado en la memoria es que fue colocado el “Cañón Criollo” en la plaza Mcal. Francisco Solano López y que estos días apareció cubierto de trastos y prácticamente convertido en un improvisado baño entre la ocupación de los damnificados por la crecida del río. 

Este cañón sirvió para la defensa de Asunción desde la Loma San Jerónimo, fue capturado y convertido en trofeo de guerra por los argentinos y devuelto en 1954, recordó Fabián Chamorro. 

Otros monumentos de la Plaza Independencia donde se levanta del obelisco más antiguo, el de la Constitución, junto con las exquisitas esculturas del Paseo del Centenario también son objeto de oprobios al quedar escondidos entre taperas. 

En otro punto de la ciudad, sobre Avenida Quinta, la misma Municipalidad de Asunción, cuyas autoridades se dicen democráticas, propiciaron el derribo de todos los monolitos conmemorativos para llenar de salones comerciales y lotear el paseo público. Supuestamente volverán a colocar los bustos, pero ya sobre escuetos pilares de ladrillo –hechos sin ningún arte– y hasta en plena calzada porque el sitio se convirtió en galería comercial. 

Las placas que indican sitios de interés urbano o de valor histórico son constantemente rapiñadas por vándalos. 

Los monumentos, que constituyen hitos de la memoria, en Paraguay son ultrajados y profanados cada día. Y los administradores de turno, quienes deberían dar el ejemplo, encabezan ese afán destructor. 

La heroica capital paraguaya que sobrevivió a los avatares de la guerra y anduvo errante durante la contienda sigue sufriendo el bombardeo de la dejadez y la estupidez humana en su máxima expresión.

pgomez@abc.com.py

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