La oportunidad para barrer

Con la corrupción pasa lo mismo que con los asesinatos en Pedro Juan Caballero: por tratarse de hechos cotidianos, apenas llaman ya la atención. Casos que debieran llenarnos de indignación, solo arrancan algunas palabras de circunstancia, sin ninguna convicción sobre la gravedad de los hechos.

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En estos días escuché por radio a una señora quejarse de la prensa porque “desde temprano nos amarga el santo día con malas noticias”. Y las noticias están referidas a los escándalos en la Policía Nacional y la Contraloría General de la República. A igual que otras personas, seguramente, la referida oyente está harta de que le lleguen, sin un solo día de descanso, informaciones acerca del uso delictivo del dinero público.

Es peligroso para el país que nos fastidiemos de las reiteradas malas noticias y no de los hechos en sí mismos. Es peligroso que nuestro ánimo se resienta contra la prensa y no contra los delincuentes.

La censura moderna no es ya esconder las noticias, sino difundirlas a raudales. Con el diluvio de informaciones, no hay quien vaya a procesarlas, estudiarlas, entenderlas. Se ahoga ante tantos acontecimientos que le llueven por los medios tradicionales y modernos. Creyendo estar bien enterado, no se entera de nada.

Nuestro periodismo hace lo que tiene que hacer, lo que se espera de él: dar a conocer la noticia o el comentario sobre los sucesos del momento. Pero la noticia y el comentario son reiterativos porque son reiterativos los hechos. Se tiene, entonces, el resultado contradictorio de adormecer a una buena parte de la población que mira con indiferencia lo que pasa a su alrededor. Y esto es así porque ya no le llama la atención que se ventile la corrupción ni siquiera en las instituciones emblemáticas como la Policía Nacional y la Contraloría General de la República. Y esto para hablar solamente de los penúltimos sucesos. Los últimos estarán ocurriendo en estos momentos en algunas instituciones del Estado.

Bien está que se haya descabezado la Policía Nacional. En una institución que debe cuidar la seguridad y el patrimonio de la ciudadanía no es admisible que ni un solo minuto más permanezcan en sus puestos quienes, por codicia o lo que fuere, deshonran la confianza del país. Algunos de los que cayeron se declaran inocentes. Ya tendrán ocasión de demostrarlo ante la justicia.

Cualquier robo es un hecho grave, pero el del combustible lo es mucho más en la Policía Nacional. Muchas veces hubo amargas quejas de vecinos que, ante una emergencia, solicitaron la presencia policial. En muchas ocasiones recibieron esta desoladora respuesta: no tenemos combustible. Ahora ya sabemos dónde se ha ido y en qué se ha convertido: en lujosas residencias, automóviles, vacaciones, etc.

La fiscalía anticorrupción está trabajando para esclarecer los hechos e identificar a los posibles culpables. Es de esperar que, al final, no vaya a terminar en la nada como tantos otros casos delictivos suficientemente documentados.

En cuanto a la Contraloría General de la República, todavía no se la puede descabezar, aunque en el Congreso ya hay voces que piden el desafuero y el juicio político del contralor, Óscar Velázquez Gadea.

A mi juicio, el caso de la “secretaria vip” no es lo más relevante, aunque la funcionaria haya trabajado 27 horas al día y 9 días a la semana para aumentar su salario. A fin de cuentas, secretarias así, que ganan una millonada, hay en todas las instituciones del Estado, lo que no quiere decir que esté bien.

Es la ocasión, eso sí, para esclarecer las muchas quejas que desde siempre soporta la Contraloría: que las denuncias de las Juntas Departamentales y Juntas Municipales, entre otras entidades, están “cajoneadas” porque los responsables de posibles hechos de corrupción compran el silencio de la institución creada, justamente, para que se ventilen las irregularidades. Es la oportunidad para barrer la Contraloría General de la República.

alcibiades@abc.com.py

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