La pirámide de la corrupción

En las últimas semanas, una variedad de informaciones de los más diversos temas tienen, sin embargo, un factor común: implican corrupción ejercida no por personas en la cumbre del poder, sino por todo tipo de personal subalterno desde los pequeños nichos de autoridad que ejercen en cargos más modestos, pero de gran relevancia.

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El ejemplo más obvio, pero no el único, lo constituye el Ministerio del Interior. El ministro Juan Ernesto Villamayor no descartó que haya complicidad policial en que la búsqueda del fugitivo, tanto de la justicia paraguaya como de la brasileña, Darío Messer, lleve tantos meses sin arrojar ni el más mínimo resultado.

No es la primera vez que Villamayor sospecha o, ante la evidencia, reconoce participación policial en hechos delictivos. No pretendo criticar al ministro, por el contrario, me parece meritorio que asuma y acepte la realidad sin escurrir el bulto; sin embargo todo ello demuestra que el Ministerio del Interior, sin importar quien esté a cargo, ha perdido el control y la confianza en la policía, que en teoría debería estar bajo su autoridad.

Como ya dije, no es el único caso. También desaparecieron dinero y otros valores, incautados como evidencia en el juicio por narcotráfico a Cucho Cabañas, y se filtraron informaciones que debieran ser secreto de sumario. En esta ocasión los hechos no implican al Ministerio del Interior, sino a la Fiscalía. Tampoco es la primera vez que hay fiscales y agentes fiscales implicados en todo tipo de delitos, alguno de ellos inclusive filmados y la gran mayoría, por no decir todos, impunes.

Sin duda ha sido un error del ministro de Educación que algo así como cuarenta mil alumnos hayan quedado sin docentes a causa de las jubilaciones. Sin embargo, esa imprevisión proviene de la inoperancia o la corrupción de los mandos medios, puesto que tal cantidad de profesorado no puede improvisarse en los pocos meses que Eduardo Petta lleva al frente del ministerio y ya se sabe que el MEC más que un ministerio es una seccional.

Unas semanas atrás, los principales responsables de las aduanas se permitieron el lujo de contestar públicamente al ministro de Hacienda, en un tono amenazante que, definitivamente, daba a entender que se sentían absolutamente inmunes a la autoridad no solo de Benigno López, actual titular del ministerio, a quien debieran considerar su superior, sino de cualquiera que llegue a ocupar el cargo ahora o en el futuro.

Podría seguir multiplicando los ejemplos interminablemente, pero creo que estos casos son suficientes para dar una idea cabal de la gravedad del problema. En su último libro (“Las sombras de la democracia”), el doctor Daniel Mendonça describe en detalle esta situación y la denomina “corrupción sistémica”, que (con perdón de la simplificación) implica que, por un lado, se ha convertido en un modelo de comportamiento generalizado y, por otra parte, que ya nadie tiene la capacidad ni la autoridad para controlarla y limitarla.

Poniéndolo en una comparación sencilla, el desastre institucional es tan grave que cada nivel de autoridad se convierte en un feudo que, con diversos grados de dependencia o independencia de sus superiores, procura sacar el máximo beneficio personal de su posición privilegiada, ya sea con sus superiores o, si fuere necesario, a pesar de sus superiores.

El creciente activismo anticorrupción, un movimiento ciudadano que ha tenido importantísimos logros y sin el cual ningún delincuente habría perdido el cargo desde el que realizaba sus fechorías, aunque aún no ha logrado que la justicia trabaje en consecuencia, está centrado con razón en los corruptos encumbrados, por decirlo así en la punta de la cúpula de la corrupción, sin cuya limpieza no habrá saneamiento institucional posible.

El punto de este artículo, sin embargo, es enfocarse en otro aspecto del problema: incluso si se limpiara la punta de la pirámide de corruptos y se instalaran en los cargos más relevantes personas capaces y honestas, tras años y más años de corrupción y selección negativa de funcionarios, la base y los cimientos también están podridos. Limpiar de arriba hacia abajo es necesario y prioritario, pero insuficiente; también hay que limpiar de abajo hacia arriba.

rolandoniella@abc.com.py

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