La plaza que arde

Desde el ágora de la antigua Grecia, pasando por el foro romano, hasta llegar a las capitales modernas, la plaza es un lugar esencial para la vida de los habitantes. Es el punto donde se originan las ciudades y se nuclea la población. El sitio de reunión por excelencia, un espacio de concurrencia, de convocatoria donde la gente puede hacer oír su voz a las autoridades y desarrollar su arte o mostrar su cultura. Y también su incultura e inadaptabilidad social.

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Conforme a los principios básicos del urbanismo, los elementos fundamentales o símbolos de una plaza son la fuente y el monumento.

El cuadrilátero donde actualmente está la Plaza de la Democracia terminó siendo una de las peores afrentas urbanísticas que sufrió Asunción. Tal vez la intención de quienes la proyectaron no haya sido esa, pero las decisiones que se fueron tomando sobre ese espacio a lo largo del tiempo la convirtieron en una plaza seca y sin personalidad. Un páramo de hormigón.

Dentro del proyecto Desafío Asu, ahora la ciudadanía ha votado para que se dé prioridad a la recuperación de la Plaza de la Democracia en 21 días. Por tanto, será convertida en una “terraza-jardín”, para lo cual se invertirán G. 119 millones.

Replantear o reconvertir este sitio emblemático para la historia asuncena es urgente. Pero nadie ha mostrado el proyecto ni los bocetos o planos de cómo quedará el lugar. Tampoco se ha llamado a un concurso de ideas para elegir la mejor.

No obstante, los responsables de la Comuna capitalina explicaron que básicamente harán un techo verde, que está en auge en otros países para bajar la temperatura ambiente. Un metro cuadrado de techo verde libera oxígeno suficiente para una persona por día.

Una investigación realizada hace diez años por estudiantes del Colegio Nihon Gakko revelaba que la Plaza de la Democracia se había convertido en una “isla de calor” en Asunción.

Precisamente la eliminación de fuentes de agua y de vegetación la han convertido en una pista seca, en un paredón de cemento que absorbe altas temperaturas de día y las irradia de noche, produciendo así un efecto invernadero.

Por experiencia, cuando la Municipalidad improvisa un proyecto, se convierte en una chambonada. Pasó con la Avda. Carlos A. López cuyo paseo central se había llenado de vetustos planterones y bancos hechos de cordones de piedra. En la Costanera pusieron unos asientos de cemento que se parecen a un grill con el intenso calor.

El desafío de reconvertir la Plaza de la Democracia debe contemplar varios aspectos y criterios ambientales y urbanísticos. No es cuestión de hacer un cantero en el cual se plantará sin ton ni son. Debe haber arte y esmero. Debe responder a una verdadera intervención, una acupuntura urbana que ayude a mejorar la calidad de vida e ir cambiando el rostro aldeano de la Madre de Ciudades.

Que este desafío no termine como el de la “seguridad” en la Plaza Uruguaya, de donde –pese a la vigilancia de 24 horas– igual se robaron las réplicas del Museo del Prado.

pgomez@abc.com.py

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