La sangría de los exilios

SALAMANCA. De manera accidental, un grupo del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires, con su director, Daniel Schavelzon, al frente, encontró restos de construcciones en medio de la selva en un sitio llamado Teyú Cuare, en la frontera con Paraguay, cerca de Encarnación. El tipo de construcción, la técnica utilizada, los objetos hallados, les hace suponer que se trataba de un escondite de nazis que huyeron de Alemania al finalizar la guerra. Encontraron, incluso, un cartel con la inscripción “Casa Borman”, aludiendo a Martin Borman, secretario privado de Hitler y director del Partido Nacional Socialista Alemán.

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Gracias a este descubrimiento arqueológico, figuramos de nuevo en el mapa de los exilios ignominiosos: Roschman, el Carnicero de Riga; Josef Mengele, el Ángel de la Muerte y decenas de otros pequeños asesinos que así escaparon de la horca de Nüremberg.

No es a este tipo de exilio que quiero referirme, sino al otro, al que causa una pérdida irreparable al país que expulsa a sus hijos más ilustres y la riqueza que adquieren los países que los acogen. Un ejemplo ya clásico es el éxodo que se produjo al finalizar la Guerra Civil española, cuando centenares de españoles, huyendo de la demencia asesina de los victoriosos del levantamiento militar, con Franco a la cabeza y la Falange Española como brazo ejecutor, emigraron a México, principalmente, y a Argentina. No es arriesgado decir que la Universidad Autónoma de México es hoy lo que es, gracias a decenas de intelectuales, científicos, filósofos, escritores llegados de España que fueron recibidos con generosidad por aquel país. No de manera tan pronunciada, pero el mundo intelectual de Buenos Aires también se enriqueció con parte de este mismo éxodo.

La intolerancia, el fanatismo político, la irracionalidad propia de la barbarie también nos dejó huellas. Expulsamos a nuestros grandes músicos: Flores, Lara Bareiro, Herminio Giménez; a escritores: Herib Campos Cervera, Augusto Roa Bastos, Rubén Bareiro Saguier y no me gustaría olvidarme de nadie, pero la lista es larga; larga es la lista de gente que enriqueció con su talento la cultura de otros países, mientras el dictador disfrutaba recibiendo todos los años a Luis Alberto del Paraná que corría al Palacio de Gobierno a entregarle, en ofrenda, los trofeos que había ganado no sabemos bien dónde, cuándo, por qué ni cómo.

Los exilios no son solo de intelectuales, científicos y artistas, sino de gente valerosa que luchó por la libertad de nuestro mundo occidental, muchos murieron en los campos de batalla, otros sobrevivieron y debieron morir en el destierro. En estos días, por fin se le iba a rendir homenaje a los republicanos españoles que huyendo de la degollina franquista, terminaron sumándose al ejército francés (y no habrá sido como agradecimiento al trato que les dio Francia a los refugiados españoles) para luchar contra el nazismo. Estos combatientes debieron cruzar el desierto del Sahara, desde Marruecos y Argelia hasta el Chad, África Ecuatorial francesa, para alistarse en la II División Blindada del general Édouard Leclerc. Pelearon en Libia, se unieron más tarde al VIII Ejército británico para luchar en el norte de África contra las tropas de Rommel, desembarcaron en Normandía el día D, y fue esta división, compuesta entonces nada más que por republicanos españoles, el primer contingente aliado que entró en París en agosto de 1944. El año pasado, cuando se recordó el 70 aniversario del histórico desembarco, fueron invitados todos los países que tomaron parte en la Segunda Guerra, menos España porque “no fue beligerante”.

Durante la visita que estaba realizando el rey Felipe VI y su esposa, la reina doña Letizia, iba a llegar el postergado homenaje a aquellos valientes. Lastimosamente la catástrofe aérea en los Alpes puso abrupto final a la visita de los reyes y la recordación quedó aplazada, “para más tarde”. Lo que no se puede aplazar es ese sabor agrio que nos queda en la boca al querer entender la irracionalidad y el fanatismo que producen tantos exilios.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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