La vida por cuenta propia

Las noticias comenzaron a llegar de Tapachula, México. Allí, a pocos kilómetros de la frontera con Guatemala, se aglomeran oleadas de cubanos que están llegando a diario después de cruzar en balsas el río Suchiate. Se trata de una travesía que comienza en Ecuador, adonde vuelan desde La Habana sin necesidad de visa, y continúa por otros siete países. México es el penúltimo tramo de un viaje dirigido por “coyotes” que resulta caro, accidentado y peligroso antes de alcanzar la frontera con Estados Unidos, donde desde 1966 pueden acogerse a la Ley de Ajuste Cubano.

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La mayoría de los cubanos que habla a los medios que cubren su paso por México reitera que no volvería a la isla porque han vendido sus escasas pertenencias para sufragar el viaje con la ayuda, también, de quienes tienen familiares en el exterior. En las dependencias federales del Instituto Nacional de Migración, donde les conceden un salvoconducto para transitar legalmente hasta salir del país, mientras son procesados aseguran que en la isla estaban encerrados y en una situación muy precaria. Muchos son cuentapropistas que se buscaban la vida al margen de un estado que pone todo tipo de impedimentos a la iniciativa privada.

Después de un peregrinaje por tierra que puede prolongarse más de un mes, ninguno parece estar dispuesto a retornar. En el firmamento de un viaje sin brújula pero asistidos por teléfonos móviles con Whatsapp, la estrella que los guía es la de Estados Unidos. Y gran parte de los cubanos que atraviesan México se establecen en Miami con el deseo de labrarse un futuro más prometedor que el que se les negó bajo la dictadura castrista.

Mientras México hasta ahora les da paso para que continúen su camino hacia el Norte, en la frontera de Costa Rica con Nicaragua más de dos mil cubanos se encuentran varados ante la negativa del ejército nicaragüense de que atraviesen su territorio. En el enclave fronterizo de Peñas Blancas las autoridades costarricenses buscan soluciones a una acuciante crisis que no se resolverá con los actos violentos del ejército del presidente Daniel Ortega, un viejo aliado de los Castro. A diferencia de un diputado sandinista que ha llegado a calificar a los migrantes cubanos de “delincuentes”, el canciller de Costa Rica propone un corredor humanitario para garantizar la integridad de un grupo que va en aumento y no tiene intención de quedarse en Centroamérica. Su iniciativa podría salir adelante si el resto de los países afectados alcanza una solución colegiada en los próximos días.

Tiene razón el gobierno tico al situar este último éxodo cubano en el marco de una crisis humanitaria. Precisamente el profesor cubanoamericano Soren Triff acaba de publicar en Diario de Cuba un análisis muy certero titulado Tres aclaraciones sobre la migración forzosa de los cubanos, en el que explica que no se trata de un éxodo por meras razones económicas, sino otra “migración forzosa” como la de Camarioca en 1966, la de Mariel en 1980 y la crisis de los balseros en 1994: “Es una catástrofe humanitaria fabricada por el régimen para obtener beneficios de otros países y ocultar sus conflictos con la población”. Triff concluye que cuando la solución de un Estado fallido es lanzar a “miles de personas a cruzar fronteras”, se convierte “en un atentado contra la humanidad”.

Con su cinismo habitual, el gobierno castrista ha anunciado que está dispuesto a recibir a todos aquellos que “deseen” regresar a la isla. Es el mensaje hueco de un déspota, Raúl Castro, quien en su reciente viaje a México no se molestó en interesarse por la suerte de cientos de compatriotas que vagan por la geografía mexicana huyendo del desastre que dejaron atrás. La emoción la reservó para hablar de sus nietos y de su acomodada jubilación en 2018. Indiferente y ajeno a la desesperanza del pueblo cubano.

©FIRMAS PRESS

* Twitter: @ginamontaner

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