Las cargas pesadas

La soberbia del cartismo y el luguismo me remite a una conocida mitología griega. Caronte transportaba a los muertos en su barca desde una orilla a la otra de la laguna Estigia. Llegado a destino, el pasajero era atendido por un tribunal que, según su comportamiento en la vida, le enviaba al Elíseo (cielo) o al Tártaro (infierno). Sobre esta mitología se escribió el siguiente relato: Caronte recibió a un poderoso recién fallecido a quien le pidió que se despojara de su lujoso y pesado atuendo porque haría zozobrar la barca.

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–Todavía tienes que sacarte más - le ordenó el barquero.

–Pero si ya estoy desnudo 

–Todavía estás pesado 

–Ya nada tengo puesto -protestó el pasajero 

–¿Y tu soberbia? Pesa más que todas tus riquezas y no podré llevarte a destino con tanta carga salvo que la tires. Si no, te quedarás en esta soledad a penar tus pecados.

Se cuenta del gran Filipo de Macedonia que tenía un esclavo con la orden de recordarle, en los momentos de gloria, que era mortal. Horacio Cartes y Fernando Lugo tienen a su lado a muchas personas solo para recordarles, al parecer, que pueden estar por encima de la Constitución. Podrán tenerlo todo, menos el poder para sobornar a Caronte ante el cual se despojarán de toda soberbia para cruzar al otro lado de la vida. En la maleta de ambos se agrega hoy la muerte de un joven dirigente del Partido Liberal, Rodrigo Quintana. No le mató Cartes con sus manos ni Lugo con las suyas. Lo hizo la codicia que alienta a ambos. Cada uno de ellos con sus respectivos aplaudidores.

Está claro que si estos dos personajes no se juntaran alrededor del ilegal proyecto reeleccionista hoy no estaríamos doliéndonos de un asesinato, con las excepciones de rigor. Un presidente de seccional del interior, al salir de la reunión con Cartes en Mburuvicha Róga, le pareció que “un solo muerto” no es para tanto. Una vida son muchas vidas: la del joven, su hija, su madre, padre, hermanos, los amigos. Solo a este bárbaro se le ocurre, desde su insensibilidad y fanatismo, burlarse de una desgracia colectiva que se agrega a las muchas que la prepotencia, ignorancia, arbitrariedad, han dado a nuestra historia cívica.

La otra mano que apretó el gatillo es la del senador colorado Julio César Velázquez, cuya fidelidad al Presidente es un verdadero misterio. Esos grandes misterios de nuestra política. Hasta hace poco solo tenía palabras de odio hacia Cartes. Luego de una breve reunión con él, salió eufórico a decir que estaba convencido que debe darse la reelección. ¿Qué le convenció tan rápido? Para demostrar que hablaba en serio, encabezó una Cámara de Senadores paralela que modificó el reglamento y aprobó la enmienda en complicidad con otros 24 senadores. Reitero: Complicidad. No hay otra palabra que defina mejor el acompañamiento de un proyecto que se opone a la Constitución Nacional. Proyecto mucho más disparatado cuando el propio Horacio Cartes había pedido que se retirara del Parlamento por inconstitucional y porque podría dividir al país, como desgraciadamente ha sucedido.

Y en esta incoherencia estuvieron, entre otros, Lugo y Carlos Filizzola, que de la negativa más rotunda para tratar la enmienda se volvieron fanáticos de ella. Con políticos de esta índole no se puede construir nada que ayude al país en sus esfuerzos por vivir en una democracia sólida y duradera.

Con gente que atropella la Constitución Nacional nuestro sistema político se debilita, tambalea. Si el presente es incierto, el futuro, peor.

Cartes instaló una mesa de diálogo para su monólogo. Era al solo efecto de anunciar que no va a retirar el pedido de enmienda. Estaba previsto que no lo hiciera, aunque muchas personas de buena fe, esas que quieren vivir en paz, como la mayoría, creyeron por un momento que Cartes tendría la grandeza de renunciar a su proyecto.

La reelección presidencial vía enmienda está claramente prohibida por la Constitución Nacional. Insistir en ella es empujar el país hacia mayores problemas.

alcibiades@abc.com.py

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