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En estos días, la Caixa tiene en una de sus salas una exposición dedicada a las Reducciones Jesuíticas del Paraguay, Paracuaria, con asesoramiento de la Compañía de Jesús en España y una buena colección de fotografías del padre José María Blanch S.J. que no necesita de presentaciones, pues su trayectoria como jesuita y como fotógrafo es larga y llena de méritos en nuestro país. A falta de imágenes, se exhiben maquetas de gran tamaño entre las cuales la más interesante es la de la Reducción de Jesús, ya que reconstruye el claustro donde vivían los sacerdotes, además de los talleres y otras dependencias que se levantaban a mano derecha del templo principal y de las que no se conservan más que los cimientos, pues todo se ha venido abajo.
Enriquece esta muestra la exhibición de antiguos libros del siglo XVII y XVIII con ilustraciones notables a cargo de jesuitas, en algunos casos, y de indígenas, en otros.
El público se detiene ante los carteles que explican cómo funcionaban estas Reducciones, cuáles eran sus actividades principales refiriéndose no solo a la actividad económica: la explotación de la yerba mate, sino también a todo lo que tenía que ver con la creación artística e intelectual como ser los libros editados en sus propias imprentas, traducciones al guaraní de libros religiosos y la impresión de láminas también a cargo de los indígenas que aprendieron rápidamente el oficio.
Se le dedica un apartado especial a la historia de San Roque González de Santa Cruz y el martirio sufrido por él y sus compañeros “asesinados” por los indígenas, un término que encuentro duro para explicar hechos que podrían tener otras interpretaciones; sobre todo el enfrentamiento de Roque González de Santa Cruz con el indígena rebelde Añesú que terminó con la muerte del jesuita. Quienes le acompañaban y salieron con vida narraron más tarde dicho encuentro y la forma en que el indígena se enfrentó a Roque González, que había ido a pedirle que regresara a la Reducción de la que se había ido sin dar explicación alguna. Añesú, en un discurso que tendría que ser estudiado en la Academia de Diplomacia por su contenido y por su forma, le dijo algo así como “Si para tu Dios es bueno que yo regrese a la Reducción, quiere decir que eso es malo para el mío”. Al final de sus palabras, le dio muerte al jesuita con un hacha de pedernal.
Yo asistí a la ceremonia en la cual del papa Juan Pablo II santificó a Roque González cuando su visita al Paraguay, si mal no recuerdo en 1988. Durante la larga ceremonia pensé si era justo todo aquello en donde se recordaba nada más que al “mártir” y ninguna palabra sobre el “martirizador“, ya que eran otros intereses los que estaban en juego y de los que hoy podemos tener mejor criterio que el que se siguió durante los últimos tres siglos. Incluso pienso que si fuéramos coherentes con ese orgullo que sentimos de nuestros ancestros guaraníes, lo justo tendría que ser que hoy, en el billete de cien mil guaraníes, figurara el rostro de Añesú en lugar del de San Roque González de Santa Cruz. Pero la historia la escriben los vencedores, y evidentemente los guaraníes no fueron los vencedores; fueron los grandes perdedores. Peor aun, siguen siendo hoy día los grandes perdedores de esta historia, ya que los seguimos persiguiendo, esquilmando sus riquezas y condenándolos a la miseria.
Aunque todo esto no tiene nada que ver con la exposición que comento y que, al menos, logra que alguien se acuerde bien de nuestro país tan desvalorizado últimamente.
jesus.ruiznestosa@gmail.com