Los votos de difícil explicación racional

La mayoría de los dirigentes del partido oficialista y de la oposición habla de la necesidad indefectible de unirse, en sus respectivos círculos, tras las elecciones internas del 17 de diciembre.

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Sin embargo, se nota a la legua que sus expresiones no van más allá de un discurso políticamente correcto dirigido a la opinión pública.

Las batallas internas en los partidos tradicionales del país muchas veces han sido más sangrientas que las elecciones generales, en términos de descalificaciones e insultos que luego pasan al olvido para quienes las prodigaron con entusiasmo.

Sin embargo, en los últimos meses se han cruzado límites que hacen difícil que después se quiera hacer como que acá no ha pasado nada.

Eso no significa que, con su proverbial falta de escrúpulos, algunos dirigentes quieran convencer a la ciudadanía de que no dijeron lo que dijeron y que “por el bien del partido” hay que votar en las elecciones generales por ese candidato al que execraron públicamente.

A esta altura de los acontecimientos, será muy difícil que algún colorado disidente nos convenza de que se puede confiar en una persona como Cartes a la que su candidato presidencial, Mario Abdo Benítez, acusa de contrabandista y al que los demás dirigentes ven como un peligro para el partido y para la democracia, por sus ínfulas de patrón antes que de gobernante.

En tanto, el presidente Cartes ha admitido que será difícil el abrazo republicano con los disidentes a quienes acusa de haber festejado el incendio del Congreso y de participar en los hechos de violencia de marzo último para detener su proyecto reeleccionista. A esto se agrega que, en varias oportunidades, los acusó de tener interés en volver al poder solamente para robar al Estado.

En la oposición, el panorama es igual o peor. El sector que se presenta con el rótulo de verdaderos anticartistas (liberales efrainistas, PDP, Avanza País) acusa al otro sector que pactó con el cartismo en el Congreso (liberales llanistas y Frente Guasu) de ser funcionales o directamente de estar en connivencia con el oficialismo.

Los sectores de la oposición que se involucraron en el proyecto de reelección presidencial sostienen que los otros han torpedeado y arruinado la única posibilidad real de derrotar al cartismo con la figura de Fernando Lugo y descreen absolutamente de que, con Efraín Alegre como candidato de la oposición, se logre el triunfo electoral.

Más allá de las mutuas acusaciones, es evidente que al Frente Guasu le será difícil perdonar que el otro sector de la oposición los haya dejado sin candidato para las elecciones presidenciales, además de haber golpeado su imagen.

La duda que cabe es cómo se vuelve de estos agravios en el escaso tiempo que queda hasta las elecciones.

Podrán decir que esto siempre ha pasado y que solamente se trata de “pirotecnia electoral” que termina con las internas para después “trabajar todos juntos por el bien del país”.

Pero esto significa considerar que los electores y la ciudadanía en general son ciegos, sordos y mudos y, además, estúpidos.

El liderazgo del presidente en el oficialismo deja en claro que no hay intenciones de buscar un consenso o un pacto social y que lo suyo pasa por imponer una mayoría a como dé lugar, sin importar demasiado el respeto a las instituciones.

En buena parte de la oposición y en la disidencia colorada se nota que no existen proyectos comunes sobre políticas de Estado o, más aún, que no hay realmente proyectos sino solamente intenciones de ocupar el poder.

En estas condiciones, saber a quiénes votará la ciudadanía y por qué motivo es un misterio insondable que ni la más minuciosa encuesta o estudio de preferencias puede llegar a develar en toda su enorme profundidad.

mcaceres@abc.com.py

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