Mascotas y maltrato fino

“Cuanto más conozco a la gente, más amo a mi perro”, dijo Diógenes hace más de 2000 años y es una de las frases más usadas hoy día, tras desilusiones o espantos ante hechos aberrantes. Sin embargo, aún nos falta la crítica, ver si para el animal somos el mejor amor. La promoción de la sensibilidad animal sobre el sentimiento humano es una peligrosa moda del pensamiento uniforme. En EE.UU., algunos países de Oriente y Europa, el lujo para las mascotas ha llegado al extremo –en contradicción total con las torturas a las que somete la industria fast food a los animales para el consumo humano de alimentos–. Se ha creado un fabuloso mercado para vender desde comida, ropas, accesorios y juguetes para perros y gatos, hasta servicios como guardería, cumpleaños, spa o masajes. En España desde el 2006 una empresa ya ha hecho “casamientos” entre perros, y entre serias bromas en algunos lugares han elegido animales como alcaldes o gobernadores. Casualmente ese mismo año, se inauguró en EE.UU. el primer Pet Fashion Week, donde los ricos pueden hallar distintos productos para su mascota. La globalización, que fue y sigue siendo fundamentalmente económica, permite que estas ideas y patrones lleguen a países abismalmente dispares en recursos y estratos sociales. Así es posible ver en nuestro país copiar la manera de ver y tener a las mascotas. Hoy en muchos países avanzados se cree que es mejor darle un perrito al hijo único para que lo acompañe, o tal vez muchísimo mejor tener perro o gato en vez de un hijo.

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En Paraguay también los centros de compras ubicados en zonas de gente con mediano y bajo poder adquisitivo ya tienen superficialidades para las mascotas. Esto a la par de las nuevas leyes que nacen como protectoras del animal (de nuevo, no de todos); sin embargo, ¿qué logra una ley sin un cambio profundo?, es decir, sin una transformación cultural por el respeto humano, para que entonces todos sepamos respetar a otros seres vivos.

En Paraguay, el maltrato es moneda corriente (personas, animales, plantas) sin diferencia de clases sociales. Si no logramos erradicar el hambre y la salud de los animales, ¿cómo haremos con la sobreprotección y distorsión de conceptos? El animal es y quiere ser animal. Dice el conocido entrenador de perros, César Millán: “La crueldad no simplemente existe cuando le pegas al perro, lo amarras o lo pones en la azotea, también cuando le das amor, amor, amor”. En un video de internet una niña de 2 o 3 años, acostada en el sofá, besa reiteradamente a su perro en el hocico; el animal semidormido –castrado– hace caso omiso de ella, mientras una mujer adulta filma el momento como si fuera tierno y recíproco. Seamos prudentes al postear y críticos al hallar este tipo de material. Humano es quien respeta la vida del animal, lo adiestra pero no lo anula. “A mi mascota, solo le falta hablar”, solemos escuchar, y no quepa duda que dentro de poco tendremos intérpretes oficiales. Si malinterpretamos desde el comienzo, el resto será un nudo mental si no imposible, cada vez más difícil de desatar.

lperalta@abc.com.py

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