Motivos de esperanza

La sabiduría popular ha recogido de diversas formas el pluralismo de modos de ver los hechos. Jesús de Nazareth decía que hay quienes viendo no ven y oyendo no oyen. Nosotros mismos nos asomamos a la ventana y hay veces que vemos estrellas y otras solo sabemos ver barro. Hay momentos que vemos la botella medio vacía y otras la vemos medio llena.

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Frecuentemente polarizamos nuestra mirada o al polo del pesimismo o al polo del optimismo. Y si discutimos encontramos argumentos para ambos.

Qué duda cabe que hay motivos para el pesimismo político en nuestro país, constatando una y otra vez que los sinvergüenzas siguen ocupando puestos de poder, abusando del poder que el pueblo les confió para que desarrollen y administren el bien común, y comprobamos que cínicamente roban y se quedan con el dinero del Estado, es decir, de los ciudadanos, que se apropian corruptamente y encima, si son legisladores pretenden acrecentar sus fueros para que nadie pueda pedirles cuentas de sus delitos.

Vemos con dolor , que constantemente crecen los políticos corruptos y las cantidades que nos roban a los ciudadanos impunemente desde los tres poderes del estado. En política parece que tenemos motivos para el pesimismo, porque los partidos políticos siguen gastando más y más dinero, sirviéndose del Tribunal Superior de Justicia Electoral, repartiéndose dinero nuestro, que nos hace falta para erradicar la pobreza y promover el verdadero desarrollo integral del país.

A nivel personal, también podemos tener motivos para el pesimismo. Constatamos con frecuencia nuestras limitaciones, debilidades e impotencias, a lo mejor también algunos fracasos y la realidad nos apea de los sueños que tuvimos sobre lo que queríamos para nosotros mismos.

Socialmente abundan situaciones que reducen nuestra seguridad y la armonía de convivencia, y a lo mejor hasta tenemos la experiencia negativa de personas en las que confiábamos que a la hora de la verdad nos fallan.

Y así podemos seguir enumerando motivos para el pesimismo. Es una manera de ver. En mi opinión demasiado parcial y restringida. Porque tanto en lo político como en lo personal y social hay muchísimos elementos que fundamentan sólidamente motivos sobrados para la esperanza. No cabe duda que existen políticos corruptos y sinvergüenzas, pero también es cierto que existen políticos honrados que sinceramente buscan el bien de la nación y el bien común. En nuestra sociedad hay demasiada gente extraordinariamente buena, generosa, solidaria, que calladamente aportan tantísimo bien anónimo a tanta gente cercana y lejana. Puede haber algunos sacerdotes, algunos pastores y religiosos que escandalicen. Pero hay cientos de ellos que dedican incansablemente su vida al servicio de todos, especialmente de los más necesitados, con total generosidad y dedicación por el sentimiento de justicia, de amor y el deseo de dar a conocer a Cristo y su proyecto y crear una nueva humanidad.

Personalmente cada mujer y cada hombre, cada niña y niño, tiene un potencial inmenso a la espera de ser desarrollado al máximo en todo su vigor inimaginable, que está esperando dormido una educación y una estimulación social de valores y potencialidades que nos hagan crecer a todos.

Es muchísimo más el caudal de bondades, cualidades y potencialidades, que el de torpezas y limitaciones en todos los ámbitos.

Los cristianos, los que creemos en Cristo, en Jesús de Nazareth, tenemos motivos de esperanza incluso ante lo que es inevitable y parece ser el fin de la vida y el principio de nuestra desintegración, que es la muerte. La celebración de la resurrección de Cristo no es sólo la celebración de un hecho histórico, la experiencia que tuvieron quienes lo vieron morir en la terrible tortura de la cruz, lo sepultaron y después lo vieron vivo. Es la celebración de la Vida trascendental que nunca muere y a la que estamos llamados por nuestro Padre Dios.

Jesús nos hizo ver que la resurrección está de distintas formas en la misma naturaleza. Precisamente cuando el grano de trigo muere, dijo El, es cuando al destruirse produce la vida de una nueva fecundidad que produce muchos más granos, con más espigas. Los ojos de Jesús vieron la Vida en la misma muerte. Si hasta la muerte es vencida por el Espíritu, hay motivos de esperanza.

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