No hay república sin ética

Escribo sobre república democrática, porque el pasado y el presente nos demuestran que existen repúblicas autoritarias y despóticas, como la república bolivariana de Venezuela, donde usando instituciones de la democracia se la destruye con formas dictatoriales de gobierno, como poner en manos del presidente del ejecutivo todos los poderes del Estado y usarlos con abusos de poder, hasta para reprimir las manifestaciones del pueblo, castigándolo cruelmente con privaciones de libertad y asesinatos.

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Desde Platón, confirmado por Aristóteles, consolidado por los padres de la república romana y sostenido por los grandes pensadores de la filosofía política durante siglos, en los fundamentos de la república está la ética.

En la República del Paraguay, como sabemos por la Constitución Nacional, hemos adoptado para el gobierno la democracia representativa, participativa y pluralista, fundada en el reconocimiento de la dignidad humana.

Pensar que podemos convivir en democracia representativa, participativa y pluralista, sin la vigencia de una ética real, es ciencia ficción. Las exigencias de la democracia con representación, participación y pluralismo requieren comportamientos éticos de los ciudadanos que posibiliten y conduzcan a ese modo de gobernar y ser gobernados.

Si en los poderes del Estado, administrados por los gobernantes de turno, no existen esos comportamientos éticos, la democracia no existe o existe enferma, con virus infiltrados que amenazan la salud, la estabilidad y la vida de la República.

Las autoridades y funcionarios corruptos tienen que comprender que su corrupción no es solo asunto personal, es asunto de Estado, porque su delito además de afectarles a ellos y a una parte del gobierno, afecta a las instituciones y estructuras que sostienen la República. El poderoso imperio romano se fue desmoronando a medida que sus autoridades y funcionarios se corrompieron y aniquilaron los pilares del imperio.

Cuando el principio de un gobierno republicano deja de ser el respeto a la dignidad, a los derechos y voluntad de las personas que forman el pueblo y se desplaza hacia el poder sin límites, la república deja de serlo. Así le sucedió a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, así está sucediendo en Cuba y así se está destruyendo Venezuela. Los especialistas han escrito mucho sobre cuáles son los comportamientos que deben tener los ciudadanos para que una república democrática tenga éxito y suelen destacar tres comportamientos éticos fundamentales: la participación ciudadana, los valores cívicos y la lucha contra la corrupción.

La lucha contra la corrupción no permite descanso. Son demasiados los focos de corrupción donde se atrincheran los corruptos para desviar fondos del Estado, en definitiva del pueblo, y aprovecharse de situaciones de poder para privilegios personales, familiares o de amigos y partidarios. La sangría de la corrupción, entre otras cosas, impide resolver los problemas de la población en situación de pobreza.
Los principales valores cívicos no están asimilados en el comportamiento de la mayoría de los ciudadanos. Hay sectores extensos y poderosos que de hecho no están aceptando la equidad, la igualdad de todos los ciudadanos en oportunidades y usufructo de sus derechos humanos.

Queda mucho para poder decir que nos caracterizamos por la tolerancia y ante tantas denuncias de violencia y violaciones estamos en condiciones de afirmar que un porcentaje significativo de nuestra ciudadanía no ha entendido aún qué es eso del respeto a la dignidad de toda persona.

El valor cívico de la solidaridad ha sido característico del pueblo paraguayo, pero ante tanto sufrimiento, tanta emigración, pobreza y marginación hoy no se puede anotar entre los valores evidentes de los paraguayos.

Constitucionalmente tenemos las garantías para el ejercicio de la libertad; sin embargo, tal ejercicio requiere condiciones para poderla ejercer y gran parte de nuestra población se ve en condiciones de imposibilidad de elección en diversos aspectos fundamentales de la vida y la convivencia. Por ejemplo, si solamente algo más del treinta por ciento acaban el bachillerato, ¿cuál es la libertad de los jóvenes para elegir profesión y trabajo?

El valor cívico de la paz parecería estar conquistado; no obstante, será oportuno trabajar para reducir los decibeles de agresividad y violencia que empiezan a manifestar nuestros adolescentes y jóvenes. Y sobre todo, trabajar intensamente para asegurar las bases de la paz profunda de la República: necesidades básicas satisfechas, justicia y convivencia en solidaridad.

(jmontero@conexion.com)

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