No más simple borrego

Los líderes de bancada de la Cámara de Diputados congelaron el proyecto de ley de desbloqueo de listas sábana en las internas partidarias, que cuenta con dictamen de la Comisión de Asuntos Constitucionales desde hace dos años. Es la demostración palpable de que las cúpulas partidarias controlan el negocio de la representación porque al mismo solo pueden acceder los elegidos de caciques de turno; no cualquiera.

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La verdadera elección para ocupar cargos electivos no se da en los comicios, sino entre cuatro paredes de los partidos políticos, donde los líderes de movimientos eligen quiénes encabezarán las listas sábana, de acuerdo con la lealtad de los aspirantes y el compromiso que han demostrado en permanecer fieles al sistema partidocrático. Además de eso, los aspirantes deben estar dispuestos a realizar un aporte en dinero, cuya cantidad está preestablecida por la cúpula, y lógicamente no está al alcance de cualquiera.

No hace falta esforzarse mucho para entender lo que sucede con este tema. Los políticos que viven de esto como si fuera una profesión no están dispuestos a entregar la atribución de elegir a quienes serán “elegidos” por la gente y, por consiguiente, no están dispuestos a permitir que “gente extraña”, a pesar de estar afiliada al partido, entre a disputar los lugares apoyados por la cúpula partidaria, tal vez sin necesidad de tanto dinero.

El proyecto congelado (es decir, encajonado como para morir en el intento) pretende que cualquier afiliado al partido que fuere pueda competir con otros aspirantes a los cargos en disputa con el simple expediente de presentarse a competir. Los electores –en este caso los afiliados– podrán votar al candidato de su preferencia de la lista, cualquiera sea el lugar donde se ubique en esa lista, y de acuerdo con la cantidad de votos obtenidos, se va ordenando la ubicación de los elegidos. Así, quien figure a la cola puede inclusive encabezar la lista.

El negocio de las listas sábana es que los capos de los partidos se anotan en los primeros lugares de las listas de movimientos partidarios y con el sistema D’Hondt se distribuyen entre los dos o tres movimientos internos los lugares privilegiados.

Una forma de democratizar los partidos políticos sería que los líderes partidarios exigieran la aprobación de este proyecto de ley. De persistir en esta forma de viabilizar la representación, los partidos políticos tienden a convertirse en verdaderos obstáculos para la participación y, por ende, para la democracia. Los afiliados deberían presionar desde abajo para que ello ocurra, exigiendo a los líderes partidarios y a los parlamentarios por los cuales votaron que aprueben el citado proyecto de ley. Si esto no se puede hacer, ¿qué diferencia al afiliado de un borrego?

ebritez@abc.com.py

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