No pecar más

El texto evangélico habla de la mujer atrapada en adulterio y los fariseos aprovechan para poner una trampa a Jesús afirmando que, de acuerdo con su tradición, ella tenía que ser apedreada.

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Ellos no estaban interesados en su recuperación moral, ni tampoco en un encuentro con Jesús, pues querían disponer de un elemento para acusarlo; y por otro lado, proclamarse “más puros” que la mujer pecadora.

El Maestro, que conoce el corazón del ser humano, y no está dispuesto a juegos de hipocresía, les desenmascara con la célebre frase: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra”.

Todos se fueron, Jesús se queda a solas con ella, empieza a dialogar y finalmente le dice: “Yo tampoco te condeno, vete, no peques más en adelante”.

Una vez que libró a la mujer adúltera de sus enemigos externos, digamos así; empieza el trabajo para librarla de sus enemigos internos.

Con esta actuación nos da un colosal ejemplo de cómo amar al pecador, pero sin ser cómplice del pecado. Esta conducta nos cuesta mucho, pues normalmente mandamos a la miércoles la persona errada, junto con su error.

Y para la mujer el Señor afirma: “No peques más en adelante”, ya que en la vida no podemos estar atados eternamente a las equivocaciones del pasado.

Tenemos que hacer un proceso de liberación de nuestro pasado, principalmente de las experiencias negativas, de modo que no sean un justificativo fácil para nuestra apatía o nerviosismo del presente.

Hay que dejar el pasado en el pasado, principalmente en lo que tuvo de mediocre y de humillaciones dolorosas. También es inútil querer pasar un barniz en las cosas y hacer de cuenta que no ocurrieron, un tipo de bloqueo psíquico, que niega lo que pasó.

El ser humano posee fortaleza para vencer los malos recuerdos y también puede quitar sabiduría de algunas experiencias lamentables que haya tenido.

El Señor insiste en la feliz noticia: “Yo tampoco te condeno, vete, no peques más en adelante”. Él estima al pecador, pero desea que cambie, que tenga desde ahora valores diferentes de los acostumbrados, que “no peque más” y colabore para recibir su gracia sanadora.

La ternura de Jesucristo es un alimento para la esperanza y para tener ganas de elaborar un nuevo estilo de vida, que respete constantemente su orientación: “no peques más”, ya que el egoísmo y la torpeza dañan al ser humano.

Para concluir, recuérdese que en la Cuaresma es necesario un poco de ayuno los días viernes.

Paz y bien.

hnojoemar@gmail.com

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