Palabras de papel

En 1971, el Ministerio de Educación determinó que el Día del Poeta Paraguayo sea el 11 de octubre, por el fallecimiento de Natalicio Talavera, cuyo “mayor logro”, según la desafortunada opinión oficial, es haber servido en la guerra del 70 como soldado y como corresponsal. ¡Faltaba más! En este país, en el que la cultura autoritaria divinizó la marcialidad, hasta el poeta nacional, para merecer laureles eternos, debió haber trajinado en una guerra.

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Probablemente Talavera no fue “el primer poeta de la era independiente” sino el primero que pudo publicar sus poemas, que es otra cosa; porque ensayarse o entretenerse en la creatividad literaria era una actividad bastante común en la pequeña sociedad educada de su época. Tampoco la vocación y talento principales del ilustre guaireño se centraron en la poesía –y mucho menos en las artes bélicas (pocas veces Marte inspiró a buenos poetas)– sino en el periodismo, al que, junto con la docencia, dedicó casi toda su breve existencia. La fecha de su defunción debió haber sido escogida para el “Día del periodista paraguayo”. Así, sí, el homenaje hubiera dado en el clavo.

En fin, hay también un Día Internacional de la Poesía (21 de marzo). Esta, como se sabe, es el estro que más tempranamente agita los corazones humanos. Es el primer arte en que solemos incursionar, durante la adolescencia, cuando, alborotados por hormonas soliviantadas, buscamos la vena en el erotismo, en el sentimentalismo, a veces en la sensiblería o en la heroicidad. En realidad, mucho más tarde, al filo ya de la vejez, llega la edad adecuada, la edad mejor iluminada, en que verificamos la verdad del aquel aforismo atribuido a Emiliano R. Fernández: “Verso ha Pombéro nda entéroipe osê”; es decir, “así como el Pombéro, los (buenos) versos no le salen a cualquiera”.

En general, la mayoría de la gente asocia el género poético con el decir sentimental, delicado y minucioso en su entramado y bordadura literaria. Es difícil convencer de que no tiene que estar casado indisolublemente con la elegancia de los giros afortunados y las bellas palabras. Se publicó y se publica mucha poesía heterodoxa. “Gracias y desgracias del ojo del culo”, es un título del excelso poeta clásico don Francisco de Quevedo y Villegas, que firmó la pieza como “Juan Lamas, el del camisón cagado”. Pero, ¡cuidado!, solo los consagrados pueden dejarse tentar por el dudoso goce de la vulgaridad sin tener que pagar caro por ello.

A través del tiempo, se dieron múltiples funciones al decir poético, desde instrumento de loor a divinidades o a líderes políticos, hasta la de servir de nemotecnia o de vehículo para crónicas históricas. Todo esto sin embargo, y salvo contadísimas excepciones, solía acabar amontonando estrofas inútiles en el ya amplio vertedero de la Literatura. En nuestros años juveniles leíamos versos que desmontaban todo concepto previo acerca de lo que debía entenderse por belleza literaria, persiguiendo finalidades extrañas, como causar asombro, furia o rebeldía. “No quiero que me den la mano / empapada con nuestra sangre. / Pido castigo.”, escribía Neruda, y nosotros vitoreábamos.

Hace pocos días se enterró la pluma de un gran poeta, Carlos Villagra Marsal. Cultivó con creces y aplauso general la poesía, la narrativa, la narración oral y el ensayo histórico. Y a sus afanes de editor se debe la mejor colección de libros de poética paraguaya del siglo XX publicada hasta el momento. ¿Inspirará a jóvenes escritores? Quizás. Ojalá. No nacen estos todos los días y su población, ahora mismo, parece estar muy disminuida.

No sé si es el mismo oficio poético el que está en decadencia en nuestro país, lo juzgarán mejor los especialistas, lo verificable es que ni en las librerías de papel ni en las electrónicas se encuentran ya muchas obras de este género. Esto debe estar sucediendo por el motivo que explican los versos de otro señalado miembro del parnaso paraguayo actual, Joaquín Morales: “Palabras de papel, / palabras de viento. / Se van, se pierden, / se olvidan, / no sirven para nada / y no dan de comer”.

glaterza@abc.com.py

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