¿Para qué queremos un órgano?

SALAMANCA.- Si rompí mi decisión de no leer los comentarios que se incluyen abajo de las noticias, no fue tanto por curiosidad como para confirmar lo que presentía. Y acerté. Me fijé en los comentarios hechos al pie de la noticia del nuevo órgano de tubos que adquirió la Iglesia para la Catedral de Asunción. Y allí estaba: era un extenso muestrario de insultos, descalificaciones, improperios, denuestos; tantos y tan variados como para enriquecer cualquier diccionario.

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El principal argumento para expresar el desacuerdo y justificar el rosario de expresiones agraviantes era por qué se gastaba tanto dinero (122.800 euros) habiendo tantos pobres, tantas necesidades, tantas... lo que sea. Para manifestar la propia frustración y el personal resentimiento no hace falta calar muy hondo. Para ir despejando el camino, 122.800 euros son 860 millones de guaraníes si no me equivoco en mis cálculos. Lo que sí está claro es que con este dinero no se soluciona el problema de la pobreza, ni del hambre, ni de la educación pública, ni de la sanidad, ni de la vivienda. Para solucionar estos problemas hace falta mucho más dinero y, sobre todo, honestidad, inteligencia y buenos conocimientos por parte de la clase gobernante, tres condiciones que desde décadas atrás desaparecieron del diccionario de los mismos.

Hace tiempo se sabe que aquello de que “cada vez que escucho hablar de cultura saco el revólver” no es una actitud privativa de Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, sino fruto de una filosofía y estilo de vida muy extendido en todo el mundo, sin importar mucho que se salude con el brazo en alto o las manos metidas en los bolsillos. Hay algo más llamativo en esta reacción que es lo que debería escandalizarnos: y es que hemos perdido la justa capacidad de razonar.

Nos escandalizamos porque se haya comprado un instrumento musical que ha costado 122.000 euros pero permanecemos indiferentes a que se le haya entregado a un grupo criminal, como es el autodenominado Ejército del Pueblo Paraguayo (EPP), más de un millón y medio de dólares (8.250.000.000 de guaraníes) por el pago del rescate de dos honestos, humildes y sacrificados agricultores menonitas cuyo único “delito” es el de levantarse todas las mañanas muy temprano para salir a arar el campo antes que salga el sol.

Nos escandalizamos porque se haya comprado un instrumento musical que ha costado 122.000 euros pero permanecemos impasibles porque a la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) se le entregue anualmente 18 millones de dólares (multipliquen esta cifra por 5.500 para saber cuántos guaraníes son porque mi ordenador no tiene tantos ceros); es decir: 49.315 dólares (271.232.500 guaraníes) ¡por día! con la obligación de combatir a la banda criminal del EPP con resultados negativos. O peor que negativos, porque los criminales no dejan de golpear a la población inocente y trabajadora y “las fuerzas del orden” hasta hoy solo han golpeado al Presupuesto de la Nación.

Nos escandalizamos porque se haya comprado un instrumento musical que ha costado 122.000 euros pero permanecemos indiferentes a que un solo intendente municipal, entre otros muchos, uno solo, repito, ha robado esta misma cantidad de dinero que el Fonacide le había entregado para reparar las escuelas de su municipio que terminaron desplomándose sobre las cabezas de los niños que, por suerte, no dejó herido de gravedad a ninguno de ellos.

La lista de nuestro desinterés no solo es larga sino triste porque nos habla de que nuestra brújula moral ha perdido su capacidad de mostrarnos el norte. La corrupción de unos ha corrompido todo lo que les rodea, incluyéndonos a nosotros que, hundidos en este cieno, ya no sabemos ante qué debemos escandalizarnos y por qué motivos debemos realmente protestar y exigir que se nos respete por el simple hecho de ser humanos.

¿Para qué queremos un órgano de tubos? Pues para escuchar música. ¿Qué otra cosa más noble y excelsa podemos pedir?

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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