Para recortar y guardar

SALAMANCA. Es para recortar y guardar: el juez federal del estado de Washington, al justificar la suspensión de una orden de la Casa Blanca nos da una lección a todos los países que sufrimos un grave déficit de legalidad y democracia. Quizá sea repetitivo recordar que Donald Trump había emitido una orden ejecutiva de prohibir la entrada al país de ciudadanos de siete países (Libia, Sudán, Siria, Irak, Irán, Yemen y Somalía), todos ellos de mayoría musulmana. Pero un juez federal de Seattle (Washington), James Robart, anuló su vigencia. Su justificación es ejemplar, sobre todo para nosotros y un motivo de reflexión sobre la situación de nuestro país por lo que ella significa.

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Robart afirma que “el juzgado es una de las tres ramas del Gobierno, iguales en su autoridad” refiriéndose a los tres poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial y agrega: “No es trabajo de esta Corte hacer política ni juzgar lo acertado de ninguna política en particular promovida por las otras dos ramas. El trabajo del Poder Judicial, y de esta Corte, se limita a asegurarse de que las acciones de las otras dos ramas se ajustan a nuestras leyes y, más importante, a nuestra Constitución”. En la parte final el juez Robart añade que “es consciente del impacto que la decisión tiene en las partes implicadas en el conflicto y en la ciudadanía (…) pero las circunstancias presentadas hoy son tales que la Corte debe intervenir para cumplir su papel constitucional en nuestro Gobierno tripartito”.

A quienes hayan leído estas declaraciones de manera distraída, les ruego que vuelvan a leerlas las veces que sean necesarias para entender hasta qué punto todas estas palabras, sin quitarle una sola coma ni agregarle absolutamente nada, son perfectamente aplicables a nuestro medio.

También es repetitivo explicar para qué sirve la división de poderes en un sistema democrático: para que dos de ellos sirvan de contrapeso y control al tercero; para que si uno se extralimita en sus funciones, los otros dos lo frenen y lo regresen a sus cauces naturales. Vale decir, justamente lo que no sucede en nuestro medio. La ineficacia y la incompetencia de la justicia la comprobamos en estos días en los que los jueces no han reaccionado como debían hacerlo ante la falsificación de las firmas de la mascarada que fue la campaña “que la ciudadanía decida” y que fueron presentadas al Tribunal de Justicia Electoral como expresión “del clamor del pueblo”. Muertos, firmas repetidas varias veces, firmas que no coincidían con el número de documento, firmas que no coincidían con la firma real de personas que fueron agregadas incluso por orden alfabético, fueron algunos de los muchos engaños que se cometieron.

Las denuncias que hicieron las personas cuyos nombres fueron agregados sin su consentimiento en dichas listas se recibieron muy tibiamente y llevó tiempo realizar las gestiones de rigor. Tampoco se tomó medida contra las autoridades del Partido Colorado responsables de dicha campaña mientras que los presidentes de seccionales coloradas que tomaron parte del embuste fueron citados por el juez y no se presentaron a los tribunales porque se había cometido “un error” en la citación. Tenemos así que en nuestro país se ha creado un quinto poder: el de las seccionales que yo diría que actúan en realidad como un segundo, después del Ejecutivo. Sus presidentes son inimputables de acuerdo se ve en la práctica.

Payo Cubas ha estado preso un buen tiempo ya que ha dirigido su crítica al corazón mismo del sistema corrupto en el cual estamos viviendo: la Justicia. Sean discutibles o no los métodos que ha utilizado, lo cierto es que acertó de pleno en su disparo. Mientras no tengamos una justicia justa no podremos superar los intentos presentes y futuros por parte de quienes solo desean instaurar un régimen totalitario para aprovecharse de él: poder, fama y fortuna.

En su número de la semana pasada, la revista alemana “Der Spiegel” en su portada incluye un dibujo en el que aparece Donald Trump con un cuchillo ensangrentado en la mano izquierda mientras con la derecha sostiene la cabeza cercenada de la estatua de la Libertad. Podemos estar seguros que el excéntrico y populista presidente estadounidense nunca logrará decapitar a la (estatua de la) Libertad porque atrás de él hay un sistema de justicia que funciona y no se deja amedrentar por las bravuconadas de un empresario que se quiere inventar político.

jesus.ruiznestosa@gmail.com

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