Paraguayo de la Mancha

En alguna ciudad del este, de cuya intendenta no quiero ni acordarme, no ha mucho tiempo que un hidalgo de lengua filosa (maleducada, para algunos), cinto de cuero y latas de aerosol, salía a vociferar, cintarear jueces y denunciar hechos de corrupción de su municipio. Paraguayo Cubas de la Mancha y su escudero Kelembu Sancho Panza Miranda se dieron a la tarea de “molestar al Establishment” esteño cuestionando sus dudosos manejos financieros y exigiendo justicia para Sarita –la niña electrocutada en una plaza por instalaciones eléctricas mal hechas y sobrefacturadas por el municipio– y que los culpables no queden impunes.

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La forma poco convencional de protesta de este dúo, al que se suma también Jorge Brítez, y otros adherentes anónimos les ha valido una serie de cuestionamientos. “Locos”, “desubicados”, “tekorei”, “maleducados”, “prepotentes”, “escandalosos” son algunos calificativos que recaen sobre ellos cada vez que hacen aparición pública.

Aunque conocemos de la lucha política de Cubas –que militó en variopintas carpas del coloradismo y el encuentrismo– en la actualidad, su proselitismo no persigue más que llamar la atención sobre la corrupción que adolece la administración municipal del Clan Zacarías, que maneja las arcas de la capital del Alto Paraná, con total impunidad y complicidad del gobierno del presidente Horacio Cartes.

Cansados de no ser oídos y de que se les negase incluso el acceso a la información pública sobre los manejos financieros de la Municipalidad de Ciudad del Este –en total violación a la Ley 5282, con la que Cartes se pavonea ostentando tener un gobierno transparente- el trío decide protestar con las mismas armas con las que hasta ahora el Clan les ha respondido: la prepotencia, violencia, petulancia, los gritos e improperios. Eso no está para nada bien, ni de un lado, ni del otro.

Sin embargo, es incoherente cuando la sociedad se escandaliza porque este Quijote, en el culmen de su desvarío enfrenta con su verdad a los molinos, griterío de por medio; porque ha comprobado que con elegancia no llegó a ningún lado. Pero ni se inmuta cuando los políticos roban y en su carrera por la recaudación a mansalva se cobran vidas inocentes que mueren porque una intendenta y su familia tragan dinero del pueblo para enriquecerse. Ni se inmuta cuando sobrefactura obras malhechas que son un riesgo para la población. Ni se inmuta cuando un municipio lleva meses sin pagar a sus empleados y salda sus compromisos económicos con el dinero de Fonacide o con el salvavidas que le tira Cartes con el expreso acuerdo de apoyar con los votantes colorados sus proyectos políticos pasados y futuros –entre ellos la reelección vía enmienda–. No se escandaliza cuando el propio Ministerio de Educación avala las “galletitas rompedientes” vencidas que se reparten a los niños de escuelas de escasos recursos porque “Ña Sanra es buena”.

Cubas, un Quijote para nada cervantino en sus expresiones, no es un loco suelto más. Es alguien que con escasa elegancia pone el dedo en la llaga de los corruptos del Este. Si no fuera así pues cómo se explicaría que el Gobierno haya designado un pelotón de policías para coartarle la libertad de andar por las calles como en la mismísima época del tirano, ese que por un lado rezaba en la iglesia y se codeaba con el Papa y por el otro robaba, violaba la constitución y torturaba gente. Los borrachos, los niños y Cubas siempre dicen la verdad. ¡Adelante con los faroles!

mescurra@abc.com.py

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